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Escasez energética y la tercera revolución industrial

Jun 27, 2013

Mirco Hilgers, socio Baker & McKenzie - Abogados

Hace algún tiempo que la idea de escasez energética se impuso en el consciente colectivo empresarial; proyectos se suspenden o aplazan por una disminución creciente del insumo ‘energía’. Luego resulta pertinente preguntarse: ¿Existen alternativas reales para hacer frente a las complicaciones en el suministro energético en el Chile de hoy en día?; ¿El abastecimiento eléctrico mediante el uso de energía renovable no convencional para fines de exploración / explotación minera, es realmente viable?

Parecería a priori que la respuesta a estas interrogantes es afirmativa; que hoy existe una posibilidad real de hacer frente a los problemas energéticos contingentes mediante el uso de energías limpias en forma directa por los diversos sectores productivos, entre ellos el minero, que lidera la demanda por el escaso recurso.

Puede anticiparse que estamos ad portas de una ‘tercera revolución industrial’ de nuestros tiempos, en una transición forzada desde la matriz contaminante a una matriz renovable y limpia.

Destacable es que el ‘aumento de los costos’ de la energía es justamente lo que nos impulse a cambiar de rumbo, con precios spot que superan los 200 USD/MWh, y que entregan un margen excelente para el desarrollo de energías renovables no convencionales en el país, las que por su entrada generarían un equilibrio tanto en materia de precios como en la des-monopolización de la oferta.

Así, mucho se discute respecto de los beneficios de la generación de energía eléctrica en forma sustentable, a través de medios tan renovables y limpios como el viento o el sol; se habla del gran potencial que tiene Chile para el desarrollo de estas energías principalmente por sus grandes extensiones de terreno sin cultivos en zonas áridas, buena radiación y altura; de las necesidades de Chile en generación, del aumento creciente del consumo, de la falta de agua entre muchas otras variables que nos desmarcan del resto.

Sin embargo, se extraña un debate más acabado respecto de la infraestructura eléctrica del país, y en especial de la infraestructura que es capaz de soportar el crecimiento exponencial ‘real’ de un mercado eléctrico, no sólo a modo de ingreso o aprobación en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, sino de proyectos con viabilidad de ser construidos y entrar en operación en un corto plazo, económicamente rentables para sus inversionistas y para los consumidores finales de la energía.

En Chile existen dos grandes sistemas eléctricos (Sistema Interconectado Central y Sistema Interconectado Norte Grande) los que reúnen a casi la totalidad del mercado eléctrico disponible. Cada uno de estos sistemas cuenta con una infraestructura en la actualidad limitada, orientada la satisfacer (de la mejor manera posible) un consumo constante y creciente de los sectores productivos y la población, con proyectos de generación energética que se encuentran bastante por debajo del nivel consumo proyectado, al menos en los tiempos que corren.

Las inversiones en generación solo se hacen amparadas con un ‘consumo garantizado’ mediante acuerdos o preacuerdos de compra de energía a futuro, por lo que los únicos que efectivamente construyen son quienes ya tienen ‘enganchados’ a ciertos consumidores finales (clientes libres o distribuidoras) siendo muy difícil entrar en el mercado para los nuevos actores de las Energías Renovables No Convencionales, lo que disminuye la sana competencia en este de por si restringido mercado.

¿Qué incentivo tendrían los nuevos proyectos de generación en ingresar al sistema si su solo ingreso puede implicar una pérdida de utilidad para todos los actores involucrados, incluidos ellos mismos?

Actualmente existen diversas iniciativas eólicas y solares que se encuentran desarrollando interesantes proyectos sustentables y competitivos en el territorio nacional pero que, dada la actual infraestructura, el difícil acceso al los terrenos superficiales, y la poco prolija normativa reinante ven un complejo escenario para su desarrollo si no van de la mano con un consumidor final que asegure que su costosa inversión y los riesgos asumidos rendirán los frutos esperados.

Bien en sabido que en el norte del país, las energías que generan en forma intermitente (solar y eólica) producen un desajuste respecto de aquellas fuentes de generación tradicionales que por implicancias técnicas no pueden dejar de funcionar y que, aun teniendo un costo más elevado, deben ser despachadas en pos de la seguridad del sistema eléctrico, dada la necesidad de continuidad en el suministro. Este problema no se produciría si existiera suficiente infraestructura a nivel de transmisión y subtransmisión.

En este sentido, cobran relevancia los proyectos de Ley de «Concesiones Eléctricas» y de «Carretera Eléctrica», cuyo alcance no ha sido dado a conocer en profundidad a la ciudadanía aún. En síntesis, el único medio que tenemos para ser parte de la revolución limpia de nuestros tiempos y frenar los costes en ascenso es crear los puentes al futuro posibilitando la entrada eficaz de nuevos actores al mercado energético, que sólo se logrará con un cambio sustancial de nuestra actual infraestructura eléctrica, conjuntamente con un compromiso gradual de los consumidores finales con la energía del futuro, que no es otra que la energía renovable.

Socio
Baker & McKenzie – Abogados

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