(El Mercurio) La posibilidad de integrar tecnología en organismos vivientes requiere de fuentes de energía eléctrica que les sean compatibles, posean flexibilidad estructural y sean capaces de aprovechar su energía química.
Ninguna de estas características está contemplada en el diseño de las baterías o pilas convencionales, pero la naturaleza podría servir de inspiración. Es así como investigadores de la Universidad de Michigan lograron desarrollar una fuente de poder eléctrica autónoma inspirada en las anguilas eléctricas.
En rigor, todos los músculos y células nerviosas tienen un potencial eléctrico. Es así como la simple contracción de un músculo libera una pequeña cantidad de voltaje. Pero entre unos 200 y 100 millones de años atrás, algunos peces comenzaron a amplificar ese potencial haciendo evolucionar electrolitos a partir de sus células musculares. Estas son células especializadas que se organizan en secuencia y son capaces de generar voltajes mucho más altos que los que hacen trabajar a los músculos. Eso se transformó en una formidable arma defensiva y ofensiva para ellos.
El nuevo sistema descrito ayer en la revista Nature funciona con hidrogeles impresos en una lámina plástica que imitan a las células de las anguilas, los que entran en contacto entre sí mediante un mecanismo de plegado tipo origami. Esta innovadora fuente de energía se podría emplear para mover robots blandos, activar implantes en el ser humano como marcapasos, o hacer funcionar dispositivos móviles, dicen sus creadores.
«Es un proceso electroquímico idéntico al de la pila convencional, pero no utiliza metales, sino secuencias repetitivas de un hidrogel hecho con sales en distintas concentraciones, que es lo que produce finalmente el voltaje», explica Javier Pereda, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la U. Católica.
Reconoce que todavía hay que seguir analizando los aspectos más prácticos de la tecnología como la recarga.