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Los efectos económicos y ambientales de las represas chinas

Jul 28, 2014

China dice que las enormes represas que ha construido en el Mekong benefician a los países aguas abajo. Pero el comportamiento anormal reciente del río despierta inquietud en esas naciones.

(La Tercera) Un amigo le avisó de madrugada a Den Kroloong que el río se había llevado su bote, en diciembre. Como pescador experimentado, lo había dejado atado en la ribera del Mekong, en el norte de Tailandia.

Diciembre es la temporada seca en la región, con las aguas del río normalmente tan plácidas y bajas que las personas cultivan vegetales en las riberas. Pero su amigo le decía que algo extraordinario había ocurrido durante la noche: el cauce se había llenado de aguas turbias y de escombros, y el nivel había subido varios metros.

Kroolong, abuelo de 53 años, que comenzó a pescar en el Mekong a los nueve, quedó impactado con lo que vio al llegar al río esa mañana. “Fue la primera vez en mi vida que vi algo parecido”, recordó en abril, cuando me condujo al río para mostrarme lo que había pasado. El agua barrió los huertos de tomates y repollos. Las granjas de peces estaban destrozadas. Los botes, hundidos, golpeados o, como el de Kroolong, desaparecidos. Lo encontró horas después: lo tenían pobladores de Laos, en la otra ribera. Pero le pedían 10.000 baht, unos US$ 460, por devolverlo: una gran suma para un hombre que ganaba US$ 6 diarios con la venta de pescado.

Tuvo que comenzar una nueva vida, como guardia en un hospital cercano, donde ha tenido tiempo de pensar en qué fue lo que pasó con el río ese día. “Pueden haber sido las lluvias en el norte. O pueden haber sido las represas chinas”, concluyó.

Las represas construidas por China miles de kilómetros río arriba son lo que me trajo al Mekong, uno de los mayores cursos de agua del mundo. El río es tan largo que si estuviera en Estados Unidos, iría de Los Angeles a Nueva York. Se inicia en las heladas planicies tibetanas, atraviesa las montañas de la provincia china de Yunnan, en el sur del país, y sigue por Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, donde finalmente desemboca en el Mar del Sur de China. Poco menos de la mitad del río está en China, que comenzó a embalsarlo en Yunnan hace más de 20 años.

Las primeras represas eran grandes, pero mucho menos que las enormes construcciones recientes. La Xiaowan, terminada hace cuatro años, es uno de los mayores proyectos hidroeléctricos en China después de las Tres Gargantas, en el río Yangtzé, con un muro casi tan alto como la Torre Eiffel y capacidad para 15.000 millones de metros cúbicos de agua. Se ve algo disminuida en volumen, aunque no en altura, por la Nuozhadu, que puede contener 22.700 millones de m3. En conjunto, podrían sumergir un área como la de Londres bajo 24 metros de agua.

Hace tiempo circulan historias sobre el impacto que estas dos represas podrían estar teniendo en los países más al sur, donde la gente las culpa de todo, desde la sequía hasta la caída en las capturas pesqueras. Pero lo que encontré en mi visita al Mekong, mientras reconstruía la historia de las inundaciones que se llevaron el bote de Den Kroolong, fue aún más extraño: una advertencia sobre el más reciente de los superpoderes del mundo y el agua, un recurso bajo presión creciente.

Naciones Unidas estima que la demanda global por agua dulce superará la oferta en casi 40% dentro de 16 años. Eso implica que la cooperación entre países que comparten un río será aún más imperativa. La colaboración será difícil en el Mekong, donde los países aún tratan de dejar atrás años de amargos conflictos. Y más aún, considerando la creciente brecha económica entre esas naciones.

A un lado está China, hogar de unos 40 ríos importantes que atraviesan más de una docena de vecinos y que tiene una capacidad deslumbrante para domesticar sus vías fluviales. Desde los 50, un pequeño ejército de ingenieros hidráulicos, entre ellos, el ex Presidente Hu Jintao y el ex primer ministro Li Peng, ha bloqueado, enderezado y desviado sus ríos como parte de un proceso de industrialización que ha convertido a China en la segunda economía más grande del mundo y sacado de la pobreza a más de 500 millones de personas.

Debido a que China tiene casi 20% de la población del mundo, pero sólo 6% de su agua dulce, a veces simplemente quiere llevar agua donde no la hay. Al mismo tiempo, su hambre de energía lo ha hecho un constructor de centrales hidroeléctricas sin parangón, con unas 22.000 grandes presas, casi la mitad del total mundial. Y con sus ciudades ahogándose en el humo de las termoeléctricas, planea levantar todavía más represas.

Pero río abajo hay cinco países del sudeste asiático donde la pobreza y el desempleo aún están extendidos y la inversión china es importante. El Mekong es un gran productor de pescado e irrigador de cultivos, que actúa como un salvavidas económico para decenas de millones de personas en estos países. Aquí, la gente come unos 46 kg de pescado al año, casi el doble del promedio mundial. Y la mitad de la cosecha de arroz de Vietnam viene del Delta del Mekong.

Es por eso que las represas de China se miran con tanta preocupación: está bien documentado que incluso las de tamaño medio pueden crear problemas en un río. Evitan que los peces migren a sus áreas de reproducción y, soltando agua en oleadas, afectan los bancos en las riberas y perturban los patrones de comportamiento de los peces. Además, atrapan el sedimento rico en nutrientes que se necesita aguas abajo para mantener la fertilidad de los deltas y evitar la erosión. Años de conflicto a lo largo del Mekong han hecho difícil conseguir registros de largo plazo que ayuden a medir el impacto de los embalses chinos, pero hay estudios que muestran que la captura de peces y el número de especies han declinado en partes del río desde 2007.

Incertidumbre

Es probable que la dependencia del río de los países en el Bajo Mekong se intensifique, a medida que algunos de ellos comiencen a levantar sus propias centrales hidroeléctricas, que dependerán de un flujo de agua confiable desde Yunnan.

Los expertos internacionales dicen que todo se traducirá en una situación preocupante, en una región que ahora enfrenta tensiones con China y países cercanos reclamando islas en el Mar del Sur de China. “Está arriba en la lista con el Mar del Sur de China como amenaza de largo plazo a la paz y estabilidad en la región”, dice Richard Cronin, del Centro Stimson, un centro de pensamiento internacional en Washington DC.

Si China no libera agua suficiente durante la temporada seca, será difícil para las represas más abajo generar energía en ese momento del año, dice. Y considerando la falta de agua en China, es posible que Beijing pudiera decidir priorizar el agua sobre la generación y retener algo del flujo para su consumo.

La situación se ve exacerbada por la reluctancia de China a compartir información acerca de las represas. Según varios académicos con quienes hablé, los eruditos chinos que estudian las represas en Yunnan tratan sus datos como secretos de Estado. Periodistas que escriben para diarios extranjeros han sido detenidos tratando de verlas.

China también ha sido reacia a negociar el uso de sus ríos. En el mundo abundan ejemplos de países elaborando tratados y acuerdos para manejar cursos de agua compartidos, dice Peter Gleick, experto en conflictos por agua que dirige el Instituto Pacífico en California, un centro ambientalista con una base de datos de 5.000 años de disputas por agua. “Pero en el Mekong una de las partes tiene un historial fuerte de actuar de forma unilateral”, dice. China fue una de las tres naciones que votó contra el tratado de 1997 de la ONU que gobierna los ríos internacionales y nunca ha aceptado negociar una gestión conjunta del Mekong.

Eso implica que conseguir información oportuna respecto de cuánta agua retiene o libera China de sus enormes represas no es sencillo, lo que se hizo visible rápidamente en los esfuerzos por determinar lo que realmente provocó las inundaciones de diciembre en el Mekong.

En sólo cuatro provincias tailandesas, las repentinas crecidas de diciembre causaron daños por al menos 7 millones de baht o unos US$ 220.000, según la organización ambiental tailandesa Hacia una Recuperación ecológica y Alianza regional. El costo total de los daños sin duda fue mayor, y la cifra es un débil reflejo de la forma en que las vidas de las personas fueron afectadas por un evento que el director del grupo, Srisuwan Kuankachorn, sospecha que se relaciona con las represas. Y más preocupante, dijo, es que China no ha dicho nada público respecto de las crecidas.

Quienes deberían haber sabido más sobre lo que pasó son los funcionarios de la Comisión del Río Mekong (CRM), una entidad establecida en 1995 para coordinar el uso compartido del río. Su oficina principal está en un gran edificio en la orilla del Mekong en Vientián, la tranquila capital de Laos -uno de los pocos estados comunistas que quedan en el mundo.

Pero en la comisión, Hans Guttman, el experto sueco en desarrollo que la dirige desde 2011, está igual de intrigado respecto de lo que ocurrió. “Llegué a la oficina preguntándome por qué había un lago al frente”, me cuenta en su oficina. “Fue como una inundación instantánea”, dice el asesor técnico de la CRM, Simon Krohn.

No se había visto un alza así de repentina en ese período del año en 50 años y, como los lugareños en el norte de Tailandia, el primer pensamiento de Guttman fue para China. “Tratamos de ver si había sido agua liberada por las represas chinas”, dijo.

Sin embargo, imágenes satelitales mostraron que hubo lluvias torrenciales en el sur de China y el norte de Laos, donde en algunas áreas cayeron más de 120 milímetros de agua en apenas dos días. Así es que el análisis preliminar de la comisión fue que la lluvia causó las inundaciones y no agua de las represas chinas. De todos modos, quisieron saber qué había estado pasando en las represas. Pero no es tan simple como tomar el teléfono y llamar a los operadores en Yunnan: el conducto regular establece que eleven una solicitud formal a Beijing, a través de su representante en la entidad con sede en Hong Kong llamada Unescap, la Comisión Económica y Social Naciones Unidas para Asia y el Pacífico.

Sería distinto si China fuera miembro de la CRM, y considerando que 44% del río se encuentra en su territorio, uno esperaría que fuera así. Pero sólo Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam son miembros plenos. Si China se uniera, tendría que compartir información. En cambio, es un “colaborador”, que entrega datos durante la temporada húmeda, para ayudar a los países río abajo a prepararse para inundaciones, pero nunca en la seca. Salvo en circunstancias excepcionales, como la sequía de 2010, cuando difundió datos que echaban por tierra las acusaciones de acaparamiento de agua para llenar su represa Xiaowan. Los números mostraron que la provincia de Yunnan también se había visto afectada por la sequía -y que las represas no agravaban el problema.

Pero inundaciones en temporada seca, como las de diciembre, son un fenómeno nuevo, uno que los expertos creen que puede formar parte de una “nueva normalidad” para el río, que probablemente tendrá niveles más bajos en el período lluvioso y más altos en el seco, a medida que China almacena y libera agua para las represas.

Guttman dice que hizo las primeras averiguaciones a través de Unescap en enero y en abril; cuando nos reunimos, seguía esperando respuesta. Para entonces, trataba de entender otra curiosidad en el Mekong, ocurrida en febrero: el nivel del río de repente cayó un metro, sin advertencia alguna, y luego se elevó rápidamente a niveles mucho más altos que los habituales para esa época del año. Esta vez no hubo lluvias y la comisión concluyó que las represas podrían haber sido responsables.

Una delegación china que acudió a la oficina de la CRM en Phnom Penh, en marzo, entregó cifras que mostraban que no hubo descargas inusualmente grandes de agua de las represas chinas en diciembre y otros datos que sugerían que las inundaciones fueron causadas por la lluvia.

Pero no ofrecieron explicaciones para las fluctuaciones de febrero, dijo la comisión. Así es que esta volvió a escribir a la Unescap en mayo, pidiendo información sobre los hechos de diciembre y enero. La respuesta de Beijing fue aún más hermética.

A Tailandia, un país independiente y relativamente acomodado, no le fue mucho mejor que a la CRM en la búsqueda de explicaciones. Fui a Bangkok, semanas antes del golpe militar. Pese a la turbulencia en las calles, la oficina del subdirector del departamento de recursos hídricos del país, Chaiporn Siripornpibul, estaba tranquila.

Rodeado de gráficos y diagramas que reflejaban la peculiar conducta del Mekong, sus registros mostraban las lluvias previas a las crecidas de diciembre. Pero las lluvias torrenciales “nunca antes” hicieron crecer así el río, comentó, añadiendo que pensaba que fueron las precipitaciones y no las represas chinas las que provocaron las inundaciones.

Le había pedido más información a la CRM y esperaba su respuesta. ¿No podía pedírsela directamente a China? “Ah -dijo con una sonrisa de discul- pa-, eso no es fácil”.

Inquietud

Las autoridades en países río abajo en el Mekong a veces son reacios a criticar las represas de China, según el profesor indio Brahma Chellaney, quien ha escrito mucho sobre la amenaza a la estabilidad regional que representa lo que llama la “hidrosupremacía” de China. “Los países en el sudeste de Asia son pequeños. Son demasiado temerosos para hablar acerca de China”, dijo.

En este punto, parecía probable que hubiera respuestas a cinco horas de vuelo en Beijing, en la casa matriz del grupo Huaneng, la firma de propiedad estatal tras las represas Xiaowan y Nuozhadu. La ciudad estaba inmersa en una aire blanco, una señal de la contaminación de las termoeléctricas a carbón que incentiva a China a obtener más energía de centrales hidroeléctricas. Un vocero de Huaneng me dirigió al Ministerio de Recursos Hídricos, diciendo que era el organismo que determinaba las descargas de agua. El ministerio dijo que no había nadie disponible para recibirme durante la semana que estuve en Beijing. Pero me envió documentos acerca de las represas, incluyendo un discurso de abril de uno de sus altos funcionarios, que decía que China utiliza apenas 7% a 8% del potencial hidroeléctrico de sus ríos transfronterizos, mucho menos que el usado en ríos dentro de su territorio o en grandes ríos en otros países. Además, realiza cuidadosos estudios de impacto ambiental para sus represas para asegurar que sean “ecológicamente seguras y amigables con el medioambiente, sin impactos apreciables en los países vecinos”.

Otro documento decía que las represas en el Mekong beneficiaban a los países río abajo, porque su “regulación científica” del río significaba que su flujo podía reducirse en 30% durante la temporada lluviosa, cuando las inundaciones eran un problema, y aumentar en hasta 70% en temporada seca, para mitigar las sequías. Esto ya había prevenido las sequías en esos países en 2013, dijo el ministerio. Las represas no sólo eran beneficiosas, señaló el documento, tampoco se las puede responsabilizar por problemas río abajo, ya que apenas 13,5% del agua que fluye al Mekong proviene de China.

Según expertos en el Mekong como Milton Osborne, del think tank australiano Lowy Institute, estas son tonterías, y aseguran que durante la temporada seca hasta 40% del agua del río en lugares tan al sur como Vientián viene de China.

¿Y las crecidas de diciembre? El Ministerio de Recursos Hídricos mandó una respuesta por escrito sobre el punto, diciendo que definitivamente se debió a las lluvias y no a las plantas, que funcionaron con normalidad. Esto ya había sido comunicado “ampliamente” a la CRM, afirmó, recordando la delegación que discutió el evento con la comisión en marzo. En cuanto a los cambios en febrero, un funcionario del ministerio dijo que necesitaban tiempo para hacer las averiguaciones y que podríamos discutirlo más adelante.

¿Y entonces? ¿Cómo puede la comisión seguir esperando en julio información sobre algo que ocurrió cinco meses antes? ¿Podría ser un malentendido, un problema de comunicación? Es tentador pensarlo, excepto por una cosa. Hacia el final de una de sus declaraciones, el ministerio afirma que “el diálogo actual y los canales de comunicación de China con la CRM son expeditos, pragmáticos y muy efectivos”. Si algo es cierto, es que las comunicaciones de China acerca de sus represas son cualquier cosa menos efectivas, para qué decir expeditas.

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