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Complejo panorama del gas: Los factores que pueden complicar el «milagro» de la economía boliviana

Mar 23, 2018

Sólo en 2017, el gas natural le significó US$ 2.350 millones a Bolivia. De la mano de su comercialización, el PIB se cuadruplicó en doce años, pero los expertos advierten que no se han realizado las inversiones necesarias para garantizar el papel que juega en la economía.

(Emol) En Bolivia, país que hoy se enfrenta a Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, hay algo que muy pocos se atreverían a refutar: Que los últimos 15 años han sido de bonanza para los bolivianos, y que los números muestran un crecimiento sostenido.

En 2003, el crecimiento anual del PIB marcó un 2,7% y desde entonces comenzó a subir, manteniéndose siempre sobre el 4% y alcanzando un máximo de 6,8% en 2013. Sólo en los últimos 12 años, el tamaño del PIB se ha cuadruplicado, pasando de US$ 9.573 millones a US$ 37.776 millones.

El fenómeno puede explicarse, en parte, por el primordial rol que juega la extracción y exportación del gas en la economía boliviana, que sólo en 2017 significó ganancias de US$ 2.350 millones, casi US$ 500 millones más que en el año anterior, según cifras del Instituto Nacional de Estadística boliviano.

«Este país ha recibido muchísimo dinero, y no por la gestión del Gobierno, sino por el precio internacional del petróleo, que está indexado al del gas», explica a Emol el ex ministro de Desarrollo Sostenible, Gustavo Pedraza, en Santa Cruz de la Sierra.

«En julio de 2004 se hizo un referéndum preguntando a la gente si quería que se nacionalizara el gas, y la gente respondió en un 84% que sí», cuenta. Al llegar a la Presidencia, fue labor de Evo Morales ejecutar el mandato ciudadano.

El problema, explica, viene por otra parte: «Seguimos dependiendo del gas», afirma Pedraza. «En todos estos años no hemos cambiado nuestra matriz económica, seguimos haciendo lo mismo: Los españoles llegaron a sacar oro y plata, y nosotros ahora sacamos el gas».

La escasez de fuentes probables

Para el físico y ex ministro de Energía del gobierno de Mesa, Francesco Zaratti, la nacionalización no cambió demasiado el panorama. «En realidad ha sido una firma de nuevos contratos, donde por un lado las empresas reconocían los nuevos impuestos que ponía la ley, y al mismo tiempo aceptaba que un porcentaje variable de las utilidades fuera compartido con yacimientos», explica a Emol en la zona sur de La Paz.

«La nacionalización tuvo un valor algo más ideológico, de afirmar un poquito la soberanía sobre no solo las reservas de gas, sino sobre la totalidad del manejo y la industria», añade.

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Pero también menciona algunos efectos que, a su juicio, no han sido beneficiosos. Explica, por ejemplo, que en materia de extracción, existen las fuentes probadas, probables y posibles, y que depende del grado de exploración que tengan. El mapa de dichas fuentes no se ha modificado demasiado recientemente. «El gas es un recurso no renovable y las autoridades no han hecho nada para incentivar la exploración», advierte Zaratti.

«Lo que ha pasado es que las fuentes probadas fueron disminuyendo, y de algunas de las probables se comenzó a extraer, pero ya estaban descubiertas, no fue que se encontraron fuentes nuevas. Considerando todo eso, podríamos calcular que una visión de no más de diez años de gas en Bolivia», afirma.

Otra personalidad estrechamente ligada a la industria de los hidrocarburos cataloga el nivel de las reservas de hidrocarburos como «crítico» y baja el número de años a seis.

Los contratos latinoamericanos

Hoy, el gas boliviano se va principalmente a Brasil y Argentina. Según el Observatorio de Complejidad Económica, en 2013, el año en que el PIB boliviano alcanzó su peak, el gas representaba el 48% de sus exportaciones. En cuanto al comercio con Brasil, el 97% de lo exportado correspondió a gas, y en el caso de Argentina la cifra fue un 85%.

En el caso brasileño, el hidrocarburo se exporta en el marco de un contrato que fue suscrito en 1996 y que establece un envío mínimo de volumen de gas de 24 millones de metros cúbicos por días (MMm3/d) y un máximo de 30,08 MMm3/d. El suministro se realiza por el Gasoducto Bolivia-Brasil (Gasbol), que cuenta con 3.150 kilómetros de extensión.

Según el diario financiero boliviano, Money, el volumen de gas importado por Brasil viene cayendo desde 2015 y en febrero de 2017. Además, la petrolera brasileña Petrobras afirmó a la agencia Reuters que reduciría cerca del 45% del volumen máximo diario de importación de gas natural.

Las razones serían la baja demanda industrial y termoeléctrica, asociadas a la crisis económica brasileña. En el caso argentino, el contrato tiene vigencia hasta 2026, pero en enero el embajador de Argentina en La Paz, Normando Álvarez, aseguró que a pesar de que el país está dispuesto a comprar más gas, «necesita certeza».

Según fuentes de la industria, el gas es un producto que «exige que los contratos sean a largo plazo» debido a que las inversiones toman tiempo: el ciclo que comienza con la exploración y termina con poner el gas en el gasoducto puede durar entre siete y diez años.

Una matriz energética rígida

Para el ex titular de Energía, el protagonismo que el gas tiene en la economía boliviana es una característica que debiera matizarse. «La matriz energética a partir de los años ‘90 ha tenido siempre un porcentaje mayor de gas, que hoy está en un 70%, debido a la abundancia», explica.

«Pero la parte negativa es que ha incrementado el uso de las termoeléctricas, que es producir electricidad a través del gas. Además de los temas medioambientales, el gas que se quema ahí es subvencionado por el Estado», cuenta.

Por eso, señala que Bolivia tiene recursos energéticos potenciales que deberían ser aprovechados de mejor manera, como la energía hidroeléctrica. «Cuando llegó este gobierno, el 60% de la matriz eléctrica era de hidroeléctricas, y el 40% de termoeléctricas. Ahora eso está invertido y las hidroeléctricas han bajado a un 35%», cuenta.

A su juicio, se trata de «un gran retroceso». También menciona «un recurso renovable que no se aprovecha nada», que es la energía solar. «Sólo está funcionando un proyecto de energía solar de 5 megavatios. En Chile estaba funcionando el año pasado uno con 1,2 gigavatios», dice.

Las condiciones solares de ambos países, explica Zaratti, son similares: A pesar de que Chile cuenta con la ventaja del Desierto de Atacama, en Bolivia la intensidad solar es elevada por su cercanía con la línea del Ecuador.

«Nosotros todavía estamos hablando de proyectos de decenas de gigavatios, todavía no pasamos a los cien ni a los mil, y además son proyectos mal ubicados: el actual está en Pando, es un sector amazónico donde llueve todo el tiempo», relata.

Con él concuerda Pedraza, ex autoridad de Desarrollo Sostenible, quien señala que diversificar la matriz energética «no está en las prioridades del Gobierno» porque «no ha sabido cómo hacerlo ni probablemente ha tenido la capacidad».

«Nadie dice que no sigamos extrayendo gas, pero hagamos extracción responsablemente y también fortalezcamos la economía: necesitamos una nueva matriz económica que nos permita aprovechar los recursos naturales que tenemos», concluye.

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