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PELP 2023-2027 plantea desafío de revalorizar la planificación de la infraestructura

Dic 30, 2020

Así lo afirma el socio director del Grupo energiE, Daniel Salazar, quien precisa la necesidad de "construir nuestro propio proceso de descarbonización, debe ser entendido como mucho más que la suma de un calendario con fechas de salida o retiro de plantas".

Esta semana inició la inscripción para registrarse en el Proceso de Planificación Energética (PELP) 2023-2027 que impulsa el Ministerio de Energía, a partir de lo cual se definirán los escenarios energéticos a futuro, especialmente en el actual contexto de transición a nuevas tecnologías que está viviendo la industria a nivel internacional y local.

Para Daniel Salazar, socio director del Grupo energiE, el trabajo en torno a esta iniciativa debe considerar la planificación de la infraestructura eléctrica y otros aspectos como la mayor incorporación de energías renovables variables al sistema eléctrico, junto a la descarbonización.

Proceso

¿Cuál es la importancia de este proceso PELP?

La nueva Planificación Energética de Largo Plazo para el quinquenio 2023-2027 es un proceso que se inicia en un momento en que necesitamos poner luz sobre el desarrollo de nuestra infraestructura energética. En tal sentido, cobra relevancia revalorizar los ejercicios y procesos de planificación de la infraestructura eléctrica con el fin de alinear las expectativas de los actores públicos y privados.

Durante el presente año, la industria ha debido analizar y debatir múltiples materias, relacionadas con el desarrollo de largo plazo. En particular, la moción parlamentaria para una descarbonización acelerada de la matriz eléctrica, la Estrategia de Flexibilidad, el Nuevo Reglamento de Potencia de Suficiencia, entre otros.

A partir de este debate, y asumiendo casi como un dato, la importante inserción de Energía Renovable Variable (ERV) que ocurrirá en las próximas décadas, se abren interrogantes -por ejemplo- respecto a qué fuentes sustituirán la menor colocación de producción a carbón, como complemento a las ERV; qué características debe poseer la infraestructura –nueva y existente- que aportará flexibilidad para gestionar las ERV; cómo debemos rediseñar las reglas de nuestro mercado; existe o no sobre instalación en capacidad de respaldo; o cuál es el objetivo de confiabilidad que sirve de guía para el desarrollo de la infraestructura eléctrica. Por lo tanto, la nueva PELP debería contribuir a dar respuesta a estas interrogantes.

A su juicio, ¿cuáles deberían ser los ejes que debería priorizar la nueva PELP ?

Los procesos de planificación –regulados- de largo plazo han estado fuertemente concentrados en el desarrollo de la red, pues las principales reformas (2004 y 2016) y su implementación, han estado enfocadas en el acceso, planificación, remuneración y tarificación de la transmisión.

En el segmento de generación el diseño de mercado promueve decisiones descentralizadas en un ambiente de competencia, por lo tanto, no existe un proceso de planificación -vinculante- para este segmento.
Pero en consideración de la magnitud y efectos de los cambios que se encuentran en discusión, y las decisiones de política pública que se están adoptando, la “ausencia” de planificación –indicativa o referencial- para nuestro mix de generación representa un riesgo relevante que se debe mitigar.

En tal sentido, esta PELP debería poner especial foco en cómo hacemos nuestra transición energética, cómo aprovechamos al máximo la infraestructura existente, que riesgos aparecen en el horizonte, pero no solo para el desarrollo de la red, sino también para el mix de generación -aunque no sea vinculante- de esta y la próxima década. Esta es un discusión que no se debe evitar, donde transición y confiabilidad deberían ser ejes prioritarios.

¿Qué decisiones o definiciones hay en juego durante el proceso de elaboración de la nueva PELP?

Soy de la opinión de que se debe alimentar la toma decisiones de las autoridades, para lo cual se requiere reforzar o revalorizar los procesos de planificación, pues son estos los que en definitiva constituyen el mejor insumo y respaldo para la toma de decisiones de política pública y política energética. Siempre es cita obligada, la referencia a Australia y California como mercados que han avanzado agresivamente en su proceso de descarbonización. El caso California deja múltiples lecciones y enseñanzas, pero el paralelo con Chile debe ser realizado bajo parámetros y bases comparables. Chile no posee la misma diversidad, ni el nivel de desarrollo, como tampoco los recursos energéticos que posee California (nuclear, interconexiones, eficiencia energética, respuesta de la demanda, entre otros).

Por lo tanto, debemos construir nuestro propio proceso de descarbonización, y este debe ser entendido como mucho más que la suma de un calendario con fechas de salida o retiro de plantas, más nuevas líneas de transmisión. La nueva PELP tiene la oportunidad de poner luz, no solo en el destino final deseado, sino también en como transitamos durante esta y la siguiente década.

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