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Los hallazgos petroleros serán la plataforma de crecimiento de Brasil

Mar 21, 2011

En la plataforma petrolera Cidade de Angra, rodeada por las aguas azules del Atlántico Sur, un ingeniero de Petrobras abre una válvula y mira el flujo de un líquido negro a un bidón...

Diario Financiero En la plataforma petrolera Cidade de Angra, rodeada por las aguas azules del Atlántico Sur, un ingeniero de Petrobras abre una válvula y mira el flujo de un líquido negro a un bidón. 
Se ve y huele como petróleo corriente. Pero para Brasil, representa algo mucho más espectacular. Bombeados por la petrolera estatal de los depósitos pre-sal –llamados así porque se encuentran bajo 2.000 metros de sal-, a 300 kilómetros de las costas de Rio de Janeiro, es parte del primer crudo comercial que sale de los nuevos hallazgos en aguas profundas del país.

Ya se estima que contienen 50 mil millones de barriles, y con gran parte del área aún sin explorar, los campos contienen las mayores reservas conocidas de petróleo submarino. Brasil puede escalar de un paso en los ranking mundiales de reservas y producción petrolera, saltando del puesto 15 al 5. Los hallazgos son tan grandes, igual que la inversión necesaria para explotarlos, que tienen el potencial de transformar el país – para bien o para mal.

“Este podría ser el mayor programa de inversión del sector privado en la historia de la humanidad – más que poner un hombre en la luna”, dice Pedro Cordeiro de la consultora Bain & Company en São Paulo. “Sin contar nuevas concesiones, habrá inversiones por US$ 1 billón en los próximos diez años.”.

La producción petrolera en aguas profundas es peligrosa, como ilustró el accidente de BP el año pasado en el Golfo de México. Pero si todo sale bien, el descubrimiento proporcionará a Brasil un estanque de combustible en momentos en que sus exportaciones de mineral de hierro, soya y otros commodities están impulsando un boom. La mayor economía de América Latina creció 7,5% el año pasado y se espera que crezca otro 5% en 2011. En el más largo plazo, los incrementos esperados en el precio del crudo por la crisis nuclear en Japón y la agitación social en Medio Oriente ayudarán a hacer más rentable las perforaciones offshore.

Los brasileños, que han vivido auges y caídas antes, esperan que esta vez “el país del futuro” por fin utilice su potencial económico. 
Los científicos e industrialistas del país ven en los depósitos las semillas de un renacimiento tecnológico impulsado por el petróleo que acelere la carrera de Brasil hacia el desarrollo. Los economistas, en cambio, ven tanto una amenaza como una promesa.

El peligro para Brasil, si falla en manejar bien esta fortuna, es caer víctima de la “enfermedad holandesa”. Este mal recibe su nombre de la Holanda de los ’70, donde el sector manufacturero se contrajo después de que la moneda se fortaleciera gracias a un gran descubrimiento de gas combinado con alzas en los precios de la energía.

Peor aún, Brasil podría sufrir una forma más severa de la enfermedad, la “maldición petrolera”, en la que las naciones ricas en recursos naturales (Nigeria y Venezuela, por ejemplo) se hacen adictos al dinero que fluye de ellos. Eso conduce a mal gobierno y corrupción.

Hay quienes dicen que, más allá del petróleo, Brasil ya está en las primeras etapas de la enfermedad holandesa. Los exportadores y fabricantes domésticos se esfuerzan por competir a nivel global a medida que la demanda china por los commodities del país hace subir el valor del real. La moneda se ha fortalecido casi 40% frente al dólar en dos años. El problema es tan agudo que Brasil llegó a hablar de “guerra cambiaria”, acusando a sus socios comerciales de manipular sus divisas para mantenerlas artificialmente bajas.

“La enfermedad holandesa (de Brasil) viene de la madera y la carne y de todo tipo de recursos naturales, no sólo el petróleo”, dice el profesor Kenneth Rogoff de la Universidad de Harvard. “El petróleo podría llevarlo a un nuevo nivel”.

José Sergio Gabrielli, director ejecutivo de Petrobras, dice que ni la empresa ni la industria petrolera del país son hasta ahora suficientemente grandes como para ser el generador de caja del gobierno. Pero con los hallazgos, esto puede cambiar. La industria petrolera podría pasar de 10% del PIB hasta el 25% en las próximas décadas. Para limitar el impacto negativo, Brasil intenta apoyar la manufactura doméstica elevando los requerimientos de “contenido local” en la industria petrolera.

El otro gran dividendo de largo plazo que Brasil espera conseguir del petróleo es en investigación y desarrollo (I+D). Extraer petróleo de una capa de sal a gran profundidad, a cientos de kilómetros de la costa, es tan desafiante que los ingenieros brasileños lo ven como una nueva frontera. Si lo perfeccionan, pueden abrir camino en otros mercados con geología similar, como África.

Segen Estefen de Coppe, el centro de ingeniería de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, dice que la institución está desarrollando un hub tecnológico en llha do Fundão en la bahía Guanabara para ayudar a la explotación de los hallazgos. Compañías de servicios petroleros, incluyendo a la francesa Schlumberger y multinacionales como IBM y General Electric, están levantando laboratorios. “El ejemplo de Silicon Valley puede aplicarse aquí”, dice.

No obstante, los analistas creen que algunos de los esfuerzos del gobierno por capitalizar los descubrimientos podrían salir mal. Para hacer cumplir el sistema de contenido local, Brasilia ha hecho de Petrobras el único operador de los campos. Los analistas creen que esto reducirá la competencia. Y hay temores a que la petrolera nacional y sus proveedores locales están sobreexigidos. 
Al final, la capacidad de Brasil de evitar la enfermedad holandesa dependerá no sólo de cómo se gasta el dinero del petróleo. El país es el segundo mayor exportador de mineral de hierro del mundo. Es el mayor exportador de carne. Es el mayor productor mundial de azúcar, café y jugo de naranja y el segundo mayor productor de soya. Las exportaciones de estos commodities ya están haciendo subir la tasa de cambio, aún antes de que los campos petroleros estén en plena operación, complicando la vida de los exportadores brasileños de manufactura.

“Brasil tiene todo lo que China no, y es natural que a medida que China crece, quiera esos recursos”, señala Rogoff. “En algún momento, Brasil no querrá ser sólo exportador de recursos naturales – quiere una economía más diversificada. Habrá tensiones por eso”.

Y aunque Brasil ha avanzado en mejoras de la educación y su infraestructura es mejor que la de otros mercados emergentes como India, va a la zaga de los países desarrollados en ambas áreas. Su gobierno es aparatoso. El gasto público, de casi 40% del PIB, equivale al de países desarrollados pero sin los niveles correspondientes de productividad. Los burócratas se subieron hace poco el sueldo en 60%.

Al final, una vez que los petrodólares empiecen a fluir, es este tipo de complacencia el que plantea el mayor peligro para Brasil. Hasta Noruega, mirado como el mejor ejemplo de manejo de una bonanza petrolera, tiene problemas para impulsar su economía.

“Es como cuando uno se hace rico – ¿cómo evita que los hijos sean flojos? Hay algo de eso en la enfermedad holandesa”, dice Rogoff.

Fuente / Diario Financiero

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