(El Mercurio) Hace tres años, Freirina, una pequeña comuna del norte grande captó la atención mediática de todo el país.
Cansados de los malos olores provenientes de una planta de faenamiento de cerdos, los vecinos de este pueblo decidieron salir a las calles a protestar. Fueron meses de un movimiento ciudadano que, a través de marchas y paralizaciones, lograron el cierre de una industria y, con ello, el fin de las moscas y los hedores pestilentes.
Y pese a que el panorama en Freirina cambió, esta situación se sigue repitiendo en varios lugares del país.
Sin ir más lejos, el 44% de la producción de carne porcina de todo Chile está en la Región Metropolitana. Algunas de las industrias productoras siguen generando externalidades negativas hacia el entorno y otras están adoptando innovadoras medidas para mitigar sus efectos.
La más novedosa está en la transformación de los desechos de los cerdos en energía.
A través de un programa impulsado por el Consejo Nacional de Producción Limpia de la Corfo, el Ministerio de Energía y la Intendencia Metropolitana, se está promoviendo la implementación de una tecnología que permite aprovechar los desechos o purines de los cerdos (que incluyen todos los residuos de carácter orgánico) para luego transformarlos en biogás y después en electricidad.
La primera planta de este tipo en la Región Metropolitana ya está instalada en la empresa Aasa, en Melipilla, donde un biodigestor genera energía que es utilizada en la propia planta e inyectada después al Sistema Interconectado Central.
«Este proyecto demuestra que se puede producir sin contaminar, generando un valor adicional y con energía limpia. Esto tiene un tremendo beneficio para el medio ambiente pero también para las comunidades, que ahora ya no soportan los malos olores», explica el intendente metropolitano, Claudio Orrego, detallando que el programa que se está lanzando crea un fondo de $400 millones que permitirá financiar una cartera de proyectos destinados a la reconversión de los desechos de cerdos en energía.
El ministro de Energía, Andrés Rebolledo, señala que «hay que promover la construcción de más fuentes limpias. Este programa le permitirá a empresas pequeñas y medianas incorporar tecnología y cambiar los paradigmas, con industrias que no solo son compradoras de energía, sino que también, vendedoras.
Según los cálculos, las empresas que opten por la instalación de los biodigestores podrán recuperar su inversión en al menos cinco años. Ello no solo les permitirá mitigar sus efectos sobre las comunidades, sino que, además, ahorrar.
«La idea es que el 100% de las pymes porcinas que hay en Chile, que son 45, se sienten en una misma mesa para en un plazo inferior a 18 meses puedan tomar la decisión de invertir y adoptar tecnologías de producción limpia», agrega Juan Ladrón de Guevara, director ejecutivo del Consejo Nacional de Producción Limpia de Corfo.