(La Tercera) La cosecha de cabernet sauvignon se realizaba a mediados de abril en la Viña Caliterra, pero este año se efectuó entre fines de febrero y principios de marzo, debido al aumento de la temperatura en la zona. En los últimos seis años ha subido 9% y, con una media cercana a los 20 °C, la uva madura antes.
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La temperatura y luminosidad obligaron a adelantar la cosecha. “Es nefasto para producir vinos de calidad”, dice Mario Oliva, viticultor de la viña.
No es la única. En Viu Manent también han tomado medidas. “La fruta ahora necesita estar más protegida de los rayos directos del sol, para esto y dependiendo de las características de nuestros viñedos, utilizamos técnicas distintas”, cuenta Miguel Mujica, gerente agrícola-viticultor de esta viña.
Así han recurrido al uso de mallas sombreadoras y han cambiado la manera de disponer el follaje. También han modificado los criterios de riego y cambiado los criterios de plantación y variedades. Están aprendiendo a “leer la vendimia”, porque el cambio climático es progresivo. “Los manejos de una temporada fueron específicos de ella”, acota.
Según un estudio de la U. Austral y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Chile perderá gran parte de la zona apta para viñas (de Coquimbo al Biobío), mientras se ganan nuevas áreas hacia Valdivia. Regiones de clima mediterráneo como el Maipo, Cachapoal y Colchagua, donde están las variedades premium, caerán 25%.
“La inversión es buscar otras zonas para que la uva madure de la mejor manera”, acota Oliva.
Olga Barbosa, una de las autoras del estudio y directora del Programa Vino: Cambio Climático y Biodiversidad, cuenta que todas las viñas de su programa están con problemas de agua, “sobre todo las que usan canal”, dice. Pero también todas están implementando soluciones para el uso eficiente del recurso, añade.
La situación de las viñas es extensiva a todo el agro. “El cambio climático está generando cambios estructurales, ya no coyunturales, en las distintas zonas agrícolas que se ven afectadas con eventos de sequía en lugares que no estábamos acostumbrados, de lluvias intempestivas, heladas en momentos poco oportunos y con mayor frecuencia y, también eventos más intensos”, advierte Juan Pablo Matte, secretario general de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA).
El ejecutivo dice que los agricultores están enfrentando tal situación con múltiples herramientas y que en la zona sur, “algo impensado años atrás, hoy día es crecientemente común ver equipos de riego y otras tecnologías disponibles para llevar agua a praderas y no verse expuestos a un verano como el que acabamos de ver”, agrega.
También es compleja la situación de las sanitarias. Según un informe preparado por la asociación que las agrupa (Andess) en octubre pasado, para este verano 2015 se proyectó que la inversión superaría los $ 11 mil millones para enfrentar el impacto en las regiones de Coquimbo, Biobío y La Araucanía, a través de la construcción de pozos, tranques y el uso de camiones aljibe para abastecer las localidades. El año pasado, en todo el país, según el mismo informe, el monto destinado a obras y soluciones para el plan verano fue de unos $ 37 mil millones.
Para las eléctricas, el panorama es complejo y, por lo mismo, están tomando medidas. Más allá del Proyecto Maps Chile, su contribución más tangible, dice Rodrigo Castillo, director ejecutivo de Empresas Eléctricas, A.G. es la “política de fomento a las ERNC”, lo que se evidencia en las reformas al sistema de licitaciones de distribución.
Según una memoria de Sebastián Ellena, de la UC, se proyecta la disminución de todas las cuencas de generación hidroeléctrica del Sistema Interconectado Central (SIC), a excepción de la Región de Aysén, que tendrán un impacto mínimo.