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Una planta de chips ilustra relación entre Batista y el Gobierno brasileño

Dic 24, 2013

El futuro de Six Semiconductores -en línea con los nombres de tres letras que llevan otras firmas del empresario- es incierto desde el colapso del imperio de materias primas del magnate.

(El Mercurio) En las colinas del sur de Brasil, un grupo de trabajadores construye algo inusual en América Latina: una fábrica de tecnología de punta para producir semiconductores respaldada por el gobierno y compañías como International Business Machines Corp. Las autoridades indican que el proyecto ilustra cómo el Estado y el sector privado pueden colaborar para modernizar la economía brasileña.

El futuro de esta planta, sin embargo, es bastante más incierto desde el colapso de uno de sus principales socios, Eike Batista, el empresario brasileño cuyo imperio de materias primas de US$ 30.000 millones se hundió este año.

Batista está tratando de desprenderse de su participación en el fabricante de chips para recaudar fondos en medio de las dificultades financieras que atraviesan su petrolera, naviera y otros negocios de su conglomerado. El proyecto ha sido aplazado mientras los inversionistas en la planta tratan de encontrar a un sustituto para Batista.

El gobierno acudió inicialmente a Batista en busca de ayuda para garantizar el éxito del proyecto. Ahora, su incursión en la producción de chips ilustra los extremos a los que el Estado dependía del empresario para liderar sus ambiciones industriales, y cómo el tiro podría haberles salido por la culata.

«¿Por qué demonios está un conglomerado de energía, minería y logística como (el de Batista) involucrado en los semiconductores?», planteó en enero Milton Torres, un socio de Batista y entonces presidente de la junta directiva del proyecto de chips, durante un discurso en Silicon Valley con la motivación de reclutar a ingenieros para la planta. «Mientras mayor el desafío, más le gusta a nuestro jefe. Si se parece en algo a Misión Imposible, no puede resistirse».

Batista no quiso comentar para este artículo.

Es difícil subestimar la presencia de Batista en la economía de Brasil antes de su caída. Cuando la presidenta Dilma Rousseff necesitó ayuda para persuadir a Foxconn, el fabricante chino de iPhones y iPads, para que instalara una fábrica en Brasil en 2011, recurrió a Batista. El empresario recibió al presidente ejecutivo de Foxconn, Terry Gou, en Rio de Janeiro y les dijo a reporteros el año pasado que Foxconn invertiría miles de millones de dólares en Brasil, algo que la empresa nunca hizo y Gou ha señalado públicamente que es difícil hacer negocios en Brasil.

De hecho, una cuestión clave que se cierne sobre el colapso del imperio de Batista es si revela pistas sobre el futuro económico de Brasil o si se trata simplemente del caso de un emprendedor que tenía talento para recaudar dinero para sus ideas de negocios pero luego no supo hacerlas realidad.

Capitalismo de Estado

El auge y caída de Batista deja entrever el funcionamiento del capitalismo de Estado a la brasileña. En los últimos años, Batista y otros empresarios se beneficiaron de miles de millones de dólares en préstamos gubernamentales con grandes descuentos bajo una estrategia del gobierno para respaldar a empresas clave consideradas estratégicamente importantes para el ascenso del país como una potencia global. Desde 2009, Brasil ha asumido una deuda de unos US$ 100.000 millones en moneda local para conceder dichos créditos, según los estimados de los analistas, lo que se suma a su deuda interna.

Las compañías de Batista no son las únicas respaldadas por el gobierno que están en apuros. Brasil también apoyó a la procesadora de carne de res Marfrig Alimentos SA en su ola global de adquisiciones. Pero ahora la empresa está en dificultades para pagar su deuda y está vendiendo activos. El Estado también ayudó a crear el gigante de telecomunicaciones Oi SA, que fue adquirido recientemente por Portugal Telecom después de sufrir problemas económicos. Y una empresa de lácteos que el gobierno respaldó, llamada LBR Lácteos Brasil SA, se acogió a la protección por bancarrota este año.

El Banco Nacional para el Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES), que administra la política gubernamental, concedió a Batista unos US$ 3.000 millones en créditos a tasas subsidiadas, a lo que hay que sumar otros US$ 2.500 millones de otras entidades del gobierno. El respaldo del Estado reforzó la percepción de algunos inversionistas de que Batista erademasiado grande para caer.
Los préstamos en circulación de BNDES ascienden a US$ 229.000 millones, superando a los del Banco Mundial. Como resultado,la agencia calificadora de riesgo Moody’s rebajó este año su deuda un escalón.

Representantes de BNDES niegan haber escogido «campeones nacionales» a los cuales favorecer con sus préstamos y argumentan que el banco juega un papel crucial a la hora de aportar financiación en un país donde los préstamos a largo plazo son a veces difíciles de conseguir. Paulo Braga, portavoz de BNDES, asegura que las compañías que se han metido en apuros tras recibir su apoyo representan una pequeña parte de la cartera de préstamos del organismo y no constituyen un riesgo para el banco.

Por otra parte, Brasil también tiene un largo historial de empezar industrias desde la nada utilizando financiación del gobierno, incluyendo la fundación de la petrolera estatal, Petróleos Brasileiros SA, en 1953 y una exitosa industria de etanol.

El desafío de hacia la modernidad

Durante casi una década, las autoridades brasileñas han querido que la industria desemiconductores se convierta en la columna vertebral de un sector tecnológico más amplio que acelere el ascenso de Brasil hacia la modernidad. Brasil recurrió al libreto que utilizó para levantar su industria automotriz hace varias generaciones: proteger a los fabricantes locales hasta que puedan salir adelante por sus propios medios. Como parte de esa estrategia, eliminó los impuestos a los fabricantes de semiconductores que se instalan en el país y exige que los fabricantes de teléfonos usen partes producidas localmente.

Pero construir una industria de chips en un país en desarrollo es un desafío, explica Sergis Mushell, un analista de la firma de investigación Gartner. Si bien fabricar autos «es como poner una curita sobre una herida», producir chips es como «cirugíacerebral».
Además, la manufactura en masa de microprocesadores ya es dominada por empresas ultracompetitivas, y Brasil y otros países emergentes carecen de los ingenieros y diseñadores para competir con los mercados de nicho y alta gama para el diseño de chips especializados.

Nada de esto desanimó al emprendedor brasileño Frederico Blumenschein para promocionar su proyecto de semiconductores en el sur de Brasil hace nueve años. Un banco estatal accedió a poner parte del capital e IBM le dio permiso para licenciar su tecnología. Pero Blumenschein necesitaba un respaldo importante para el proyecto como el del BNDES para financiar su empresa, Brazilian Semiconductor Co.

En 2011, el banco se comprometió a invertir pero quería la participación de otro socio con experiencia en administración, infraestructura corporativa y bolsillos profundos antes de financiar la operación. Un vocero de la entidad dice que BNDES presentó el acuerdo a varios inversionistas, entre ellos, Batista.

Batista asumió una participación de un tercio en el proyecto y accedió a invertir en torno a US$ 110 millones. La firma pasó a llamarse Six Semiconductores SA, en línea con los nombres de tres letras que llevan las otras firmas de Batista y que terminan en «X» para simbolizar la multiplicación de su riqueza. BNDES se quedó con otro tercio de la compañía con una inversión en moneda local equivalente a US$ 110 millones y créditos por otros US$ 116 millones. Batista convenció a IBM a invertir un monto no revelado a cambio de una participación de 18%. Ahora Six está por definir qué clase de chips va a producir y quién los comprará. Blumenschein dice que entre los potenciales mercados se destacan la agricultura, los equipos médicos de alta tecnología, las tarjetas inteligentes y los electrónicos de consumo.

Parte de su estrategia original era usar la reputación global de Batista para persuadir a ingenieros brasileños que trabajan en firmas tecnológicas en Silicon Valley para que vuelvan a Brasil para formar parte del proyecto. Pero todo eso ha cambiado ahora que el imperio de Batista ha colapsado. Blumenschein dice que era imposible saber en 2012 que Batista sería incapaz de cumplir con sus promesas. Ahora, está buscando a un inversionista que pueda sustituirlo. Mientras tanto, BNDES sigue respaldando el proyecto y está evaluando inyectar más dinero de ser necesario. Blumenschein espera que sea un éxito cuando empiece la producción en 2015.

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