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Resiliencia de redes de distribución: un camino de adaptación y resistencia frente al cambio climático

Mar 16, 2023

Incorporar recursos distribuidos que permitan abastecer el suministro eléctrico ante la ocurrencia de eventos catastróficos y adecuar la normativa vigente a las exigencias del cambio climático, son –a juicio de expertos– el motor de arranque para lograr una red energética más sólida y eficiente.

El término resiliencia ha tomado gran protagonismo en los últimos tiempos. Es innegable que se ha convertido en una de esas palabras simples que se aplica a todo y para todo. Resiliencia significa flexibilidad, adaptabilidad, resistencia y capacidad de sobreponerse a las adversidades. A partir de estas referencias el concepto puede ser fácil de asociar a los seres vivos. Pero, ¿puede aplicarse el término resiliencia a objetos inanimados y, en particular, a la infraestructura eléctrica?

Tal como explica Rodrigo Moreno, académico de la Universidad de Chile e investigador del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), la resiliencia se refiere a la habilidad de lidiar con eventos extremos o catastróficos, ya sean causados por la naturaleza o por el hombre. “Desde el punto de vista de la toma de decisiones, estos eventos generan riesgos que pueden mitigarse implementando distintas medidas, las cuales pueden estar enfocadas a evitar un colapso y/o a reponerse de uno de forma efectiva”, señala el experto.

En el ámbito de las energías, mucho se escucha hablar de la necesidad de crear un sistema eléctrico resiliente y, en especial, una red de distribución que contenga tal atributo. Esto significa disponer de una red con la capacidad de mantener y ofrecer un nivel de servicio aceptable, continuo y fluido, ante la ocurrencia de eventos externos que supongan un reto para las condiciones normales.

Como eventos extremos, pueden mencionarse terremotos, nevazones, erupciones volcánicas, temporales, aluviones e incendios forestales, entre otros. Aunque también hay eventos producidos por el ser humano, como es el robo de cables, que también pone en riesgo la estabilidad del servicio y de la red.

Sin embargo, hablando de aquello que no se puede controlar, actualmente Chile enfrenta una oleada de incendios forestales que han afectado sobre todo a las regiones de Ñuble, Biobío y la Araucanía. Y así como los habitantes y los ecosistemas de esas zonas han resultado perjudicados por estos eventos, también las redes de distribución.

Juan Meriches, director de Asuntos Públicos de Empresas Eléctricas A.G. explica que “según la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), Chile cumple con siete de las nueve características que definen a un país como vulnerable frente al fenómeno de cambio climático, por lo que estaremos cada vez más expuestos a una mayor frecuencia de eventos extremos”.

Agrega que hoy más del 90% de las redes eléctricas de distribución del país son aéreas, lo que supone una exposición de las líneas a esas condiciones climáticas, lo que implica un desafío enorme a nivel país.

“En los últimos años las empresas distribuidoras han sido testigos del incremento de eventos naturales de diferente naturaleza, por lo que han ido adaptando y mejorando sus procesos, incorporando nueva tecnología y trabajando con las comunidades. Esto ha permitido enfrentar de mejor manera estos fenómenos, gestionando los tiempos de interrupción de suministro, cuando estos ocurren”, explica Meriches.

Vulnerabilidad de las redes

Según Ramón Castañeda, miembro del CENTRA-UAI, incendios como los que se han visto en el país durante este verano, constituyen una condición ambiental extrema, que sin duda produce un impacto significativo en el sistema eléctrico de distribución. La recuperación de la operación puede incluir la necesidad de una reconstrucción total o parcial según sea el impacto en la infraestructura.

En la opinión de Rosa Serrano, consultora independiente y candidata a PhD, la alta exposición de las redes de distribución “se debe principalmente a la baja altura de los conductores, en comparación con las redes de transmisión, y a la cercanía de vegetación propia de cada zona”.

Recientemente y a raíz de los daños causados por los incendios forestales, CGE, que opera líneas de transmisión y distribución en las zonas afectadas, informó la reconstrucción de más de 33.600 metros de redes eléctricas dañadas por el fuego en Ñuble y Biobío; 102 postes y 9 transformadores.

Además, detallaron en la empresa, “se ha reparado más de 200 empalmes que quedaron inutilizados y, asimismo, la compañía ha dispuesto la atención de su oficina móvil en Tomé, la cual realizó más de 220 atenciones a clientes, como también ha entregado generadores de respaldo a aquellos usuarios que se encuentran en una situación médica complicada”.

Al respecto, Juan Meriches señala que “los esfuerzos de las distribuidoras que operan en esas zonas han estado puestos en recuperar el servicio eléctrico a la brevedad posible, reconstruyendo líneas dañadas donde ha sido posible, reconectando empalmes que permitan iniciar las tareas de reconstrucción”.

¿Qué hacer para proteger las redes de distribución?

De acuerdo con Rodrigo Moreno, en el caso de redes de distribución se pueden considerar medidas a nivel de inversión, operación y mantenimiento. “Puede ser clave enfocarse en la reparación de equipos y líneas para permitir una recuperación eficaz del suministro y de la infraestructura después de la ocurrencia de un desastre”, estima el experto.

Sobre la necesidad de un manejo correcto del entorno, Rosa Serrano recuerda que las líneas de distribución atraviesan vastas zonas, “por lo tanto, es necesario dotar a las empresas distribuidoras de los recursos adecuados para realizar las actividades de poda, tala y despeje, así como también establecer planes de acción que involucren a la comunidad a fin de que puedan colaborar con la identificación de las zonas más complejas y se entreguen las facilidades para realizar las labores de mantenimiento preventivo necesarias”.

Juan Meriches concuerda en que “la preocupación más urgente e inmediata pasa por mejorar la convivencia de las redes aéreas con su entorno, en particular con el arbolado, tanto urbano como rural, debido a la caída de árboles y ramas sobre el tendido eléctrico producto de las condiciones climáticas cada vez más extremas”.

Continúa leyendo este artículo en Electricidad N° 275 (marzo 2023), ingresando desde aquí.

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