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Reducción de emisiones: ¿puede Chile correr esta carrera?

Ago 12, 2013

Izet Ustovic Kaflik, ingeniero civil Industrial y académico Universidad Central de Chile.

Si bien el Protocolo de Kyoto buscaba reducir los GEI (gases efecto invernadero), los países desarrollados , y principales responsables de dichas emisiones, o no lo firmaron o no lo ratificaron.

Por lo anterior es que la reciente conferencia celebrada en Sudáfrica (Durban) abrió expectativas para lograr avances significativos en dicha dirección; sin embargo, hubo opiniones encontradas con relación a dichas conclusiones.

Refresquemos la memoria: Chile se incorporó el año 2002 al protocolo de Kyoto; protocolo que planteaba la reducción del 5% de las emisiones de los países que lo ratificaran; tomando como base las emisiones de los GEI del año 1990.

Curiosamente países industrializados, como EEUU, no lo ratificaron y con ello no se comprometieron a su cumplimiento.

En el caso de EEUU, argumentan que no hay consenso científico respecto a que las emisiones de estos gases sean la gran causa del calentamiento global. Analizando un poco más allá, podemos ver que la razón más factible para EEUU es que, de comprometerse a reducciones, aumentarían sus costos de producción y con ello frenarían su desarrollo económico.
¿Y qué pasa en Chile? Tras la cumbre de Copenhague (2009) se comprometió a reducir las emisiones en un 20% para el año 2020, pese a que la incidencia de sus emisiones a nivel mundial es baja.

Para alcanzar la meta nuestro país se compromete, además de crear conciencia, a generar medidas paliativas para contribuir a la preservación del planeta, evitando el calentamiento global y sus efectos en el cambio climático.

¿Podrá Chile cumplir, siendo que no era obligatoria su incorporación y aún menos ese porcentaje en la reducción de los GEI, considerando además que países industrializados no lo han ratificado por el riesgo en la reducción de su desarrollo económico?

En El Mercurio del pasado 27 de julio se menciona un estudio de Colbún, el que señala que la demanda eléctrica nacional, entre los años 2014 y 2020, solo podrá ser cubierta por centrales a diésel; las más contaminantes, ineficientes y de mayor costo de producción.

Sólo ante ese pesimista escenario es que la posibilidad de reducir las emisiones en un 20% se observa, al menos, compleja. Si sumamos a eso los negativos efectos en las inversiones que se desatarían al reducir las emisiones que provocan la industria, el transporte, la agricultura, el comercio, las actividades domésticas y la construcción; sin olvidar que como país hay que tomar conciencia; se ve extremadamente difícil.

Es cierto, Chile entró en las grandes ligas, pero se requiere mucho pulmón para correr la distancia que exige dicha carrera y no se visualiza que fácilmente lo pueda lograr, salvo que conscientemente sacrifique su desarrollo económico en aras del bienestar global; pero ¿tendrá el coraje de hacerlo ante el escenario actual de competitividad y crecimiento? Ante esa perspectiva y en el corto plazo que le resta para su cumplimiento se vislumbra muy difícil el logro de esa filantrópica meta.

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