(El Mercurio) Las empresas y organizaciones en la actualidad no pueden concebir su desarrollo sin considerar la innovación como un factor crucial en el impacto de la competitividad y productividad.
Países como Japón o Corea del Sur, dos economías de escasos recursos naturales, tomaron la decisión de apostar por la innovación y la investigación como elementos clave de sus estrategias de crecimiento. Estas dos naciones son claros ejemplos de cómo una cultura innovadora que involucra a todos los sectores -mundo privado, público, académico y otros- puede transformarse en una herramienta útil que permite generar desarrollo y crecimiento.
Por otro lado, los mercados internacionales esperan que los países productores de materias primas avancen hacia una oferta con mayor diferenciación y valor agregado. Esto no sólo es relevante desde el punto de vista de la competitividad, sino también para no depender de los recursos naturales.
UN GRAN DESAFÍO
Nueva Zelanda ha apostado en la innovación de tecnologías de cultivo y reproducción de distintos recursos naturales, trabajo que le ha permitido ser muy competitivo. Chile tiene un desafío pendiente en esta materia y debería apuntar en esa dirección en cuanto al desarrollo de tecnologías para la extracción y refinado de cobre, por ejemplo, o bien, en áreas como la acuicultura.
Las pymes también tienen una gran oportunidad, ya que la innovación puede ser una herramienta favorable que entrega posibilidades reales de competir con las grandes empresas. La incorporación de tecnologías móviles y TI, puede generar efectos muy positivos en la cadena de valor, aumentando su productividad, mejorando sus prácticas y en el futuro contribuyendo a impulsar un ecosistema de innovación.
En este sentido el papel que juegan los establecimientos educacionales es fundamental, ya que fomentar el desarrollo de un pensamiento innovador abre múltiples oportunidades para un país como el nuestro que ha evolucionado en este tema, aunque no a la velocidad de países como Corea del Sur.
Fuente / El Mercurio