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El petróleo barato hunde a Nigeria

Abr 14, 2016

Los efectos inmediatos son el cierre de fábricas por falta de divisas para importar partes, supermercados con estanterías vacías y usinas eléctricas con problemas para producir energía.

(El Mercurio) En la principal economía africana, la crisis del petróleo está empezando a derramarse sobre la calle. Con 187 millones de habitantes y miles de millones de dólares en crudo sin explotar, Nigeria parecía destinado a ser el país que propulsara el ascenso de todo el continente. En lugar de ello se ha convertido -por ahora- en símbolo de cómo el abrupto declive de los precios del petróleo arrastró en su caída a los mercados emergentes.

Meses de disminución de los ingresos petroleros han provocado una escasez de dólares en el país, ya que el gobierno acapara divisas para salvaguardar sus decrecientes reservas. La crisis está golpeando a nigerianos ricos y pobres por igual: el lunes, tras conocerse que MSCI está considerando retirar al país de su índice de referencia de mercados de frontera, la bolsa de valores de Nigeria cayó casi 3%.

Mientras tanto, el Banco Mundial dijo que el crecimiento económico bajó de 6,3% en 2014 a 2,8% en 2015, y el Fondo Monetario Internacional proyecta que este año caerá a 2,3%. Mientras tanto, la población crece a un ritmo de 13 mil personas al día.

Las fábricas están cerrando porque no pueden encontrar dólares para importar partes o repuestos, a los supermercados les cuesta mantener sus estantes llenos y las plantas de energía prácticamente han dejado de producir electricidad porque no pueden pagar el mantenimiento. Los nuevos centros comerciales están vacíos y la gente común tiene que hacer enormes esfuerzos para encontrar algunos productos de primera necesidad.

El mayor productor de petróleo de África tiene que importar gasolina, aunque no le alcanza. Para llenar sus tanques en las pocas estaciones de servicio que siguen funcionando, los conductores de Lagos, una ciudad de 21 millones de habitantes, tienen que hacer colas de algunos kilómetros de largo durante días. Para mantener el orden, los soldados dan latigazos a los que quieren saltarse la fila e intervienen en las peleas entre exasperados conductores. «Tenemos hambre y estamos enojados», dice Víctor Eten, un taxista que durmió en su auto durante tres días para comprar gasolina.

[Goldman afirma que reunión por congelamiento no logrará subir los precios del petróleo]

Pujanza que cae

Hasta hace poco, Nigeria y su capital económica, Lagos, eran símbolo de la nueva clase de consumidores de África. Complejos de cine, concesionarios de automóviles y una guerra entre cadenas de comida rápida como KFC y Domino’s, entre otras firmas que se instalaron aquí en los últimos años, son testimonio de las aspiraciones de la mayor ciudad del continente. Una década de crecimiento económico de 7% anual ubicó a Nigeria cerca de las 20 economías más grandes del mundo y atrajo de regreso a nigerianos que estaban trabajando o estudiando en EE.UU. y Europa. Hoy, la euforia en la nación más poblada de África se ha atenuado.

El gobierno ve en la recesión una oportunidad para romper la dependencia de Nigeria de las exportaciones de petróleo, que constituyen tres cuartas partes de sus ingresos, pero también reconoce que la población podría tener años de sufrimiento por delante.

En las calles, las frustraciones van en aumento. La semana pasada, las plantas de energía estuvieron paralizadas durante varios días porque no pueden importar partes y servicios necesarios para su funcionamiento, dijeron dos altos miembros del gobierno. Los proveedores de internet enfrentan problemas similares.

Los nigerianos de viaje en el extranjero no pueden utilizar sus tarjetas de cajero automático porque el banco central ha limitado los retiros fuera del país. Las transacciones en Bitcoin están en auge porque los profesionales nigerianos buscan la manera de sacar dinero -y cada vez más, salir ellos mismos- del país.

Buhari espera que la escasez de productos importados conduzca a los nigerianos a comprar más productos de sus propias granjas y fábricas, para impulsar así una recuperación de la economía. Nuevas regulaciones alientan a la gente a utilizar acero nigeriano, comer arroz nacional y gastar dentro del país. Para demostrar su compromiso, el gobernador del banco central celebró hace poco el funeral de su madre con comida, bebida y arreglos producidos localmente.

Las cuentas públicas han sido particularmente afectadas. Buhari dice que su gobierno heredó un Tesoro vacío, resultado del desplome de los precios del crudo desde 2014. El presidente ha dicho que 27 de los 36 estados del país luchan para pagar sueldos. Se ha pedido a los legisladores que recorten gastos, pero estos se han resistido al ajuste y han dejado al presidente sin un presupuesto que esté dispuesto a firmar.

Para defender la moneda local

La crisis del petróleo acentúa otra crisis, la de la escasez de dólares. En un intento por defender la moneda local, el naira, el banco central de Nigeria ha restringido drásticamente la disponibilidad de la divisa estadounidense. Un comité estipula semanalmente las cantidades de dólares que los bancos pueden vender y a quién, con qué fines y a qué precio.

El resultado es que a las empresas se les hace cada vez más difícil obtener las divisas que necesitan para importar repuestos, pagar a los proveedores extranjeros, viajar fuera del país y mantener la economía en marcha. Los nigerianos capaces de conseguir dólares los venden en el mercado negro hasta por el doble del cambio oficial.

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