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«El cambio climático, entre otros, ha cambiado la lógica estructural del sector energético»

Mar 15, 2022

Así lo señala Carlos Suazo, fundador de SPEC, quien aborda con ELECTRICIDAD los principales desafíos que plantea este fenómeno para la industria eléctrica.

Carlos Suazo es el fundador de SPEC, una consultora que se ha dado a conocer con nuevos estudios sobre la operación del sistema eléctrico local en el actual contexto de transición energética, abarcando temas relevantes de la contingencia energética, como el proceso de descarbonización, la flexibilidad en el sector eléctrico y el impacto de la incorporación de nuevas tecnologías.

En entrevista con ELECTRICIDAD, el ejecutivo abordar el impacto del cambio climático en el sector eléctrico, específicamente en la actual situación hidrológica que ha contribuido a la situación de estrechez energética que vive el sistema.

Impactos

¿Cuál es el análisis que hace sobre el impacto del cambio climático en el sistema eléctrico, específicamente en las operaciones hidráulicas?

A nivel local, los efectos se han materializado en una disminución de los afluentes y cambios en el patrón de disponibilidad del recurso hídrico, afectación de la cadena de suministro, entre otros. En resumen: impactos en la confiabilidad y resiliencia de nuestro sistema. Los análisis en la materia muestran que menores precipitaciones de agua y nieve, junto con el aumento de temperaturas producto del cambio climático, además de menor agua para generación, provocarán un adelantamiento del periodo de deshielo y realzarán la relevancia en la gestión del uso del agua. 

Esto es particularmente relevante para Chile, donde la hidroelectricidad no sólo juega un rol importante en la producción de energía, sino también en la provisión de servicios esenciales para la descarbonización: inercia, provisión de rampas, reservas, control de tensión, entre otros. Al respecto, es importante incorporar la gestión del riesgo más allá de la incertidumbre hidrológica, de modo que nos permita ejecutar una operación más segura y estable frente a eventos extremos, aunque potencialmente de mayor costo esperado.

No olvidar que el cambio climático no sólo afecta la operación de los sistemas eléctricos, sino que impactará en la necesidad de nueva infraestructura, requerirá de la adecuación de señales de mercado e incluso podría requerir la propia participación del Estado para su mitigación. Esto en un contexto donde el suministro eléctrico confiable es central para el desarrollo social.

A pesar que nuestro conocimiento sobre los efectos del cambio climático se ha incrementado con los años, aún quedan aún muchas interrogantes por responder relativas al impacto en el sistema eléctrico. Durante este último tiempo hemos observado efectos en toda la cadena productiva, desde la generación, el transporte, como la demanda en sí. Para graficarlo, podemos considerar que el aporte hídrico disminuyó cerca de un 20% este año 2021 comparado con el año 2020 (decreto preventivo de racionamiento de por medio) y las marejadas durante el invierno de 2021 obligaron a limitar la producción de ciertas centrales térmicas en momentos críticos para la operación.

Ha planteado que la descarbonización requiere de un rediseño institucional, ¿cuáles son los principios que se deberían considerar en este ámbito?

El cambio climático, entre otros, ha cambiado la lógica estructural del sector energético. En este sentido, estamos observando una transición donde a los principios de eficiencia económica, seguridad energética y subsidiariedad del Estado, se incorporan nuevos propósitos tales como la resiliencia, a través de la adaptación al cambio climático, la calidad de servicio, la descentralización, la digitalización, entre otros.

Durante los últimos años, se han visto buenos resultados en cuanto a reducciones futuras de precio, en la componente de energía, que enfrentará el cliente regulado —tal cómo vimos en el proceso 2021 con en un precio promedio de US$23/MWh.  No obstante, el regulador podría estar cautivo del éxito de sus enfoques actuales. A esto se suma el hecho que, en este proceso de toma de decisiones, existen objetivos que pueden resultar conflictivos entre sí: eficiencia económica, seguridad de suministro, política medioambiental y objetivos de política pública (como, por ejemplo, reducir la tarifa), entre otros.

La tendencia internacional está en contar con una autoridad regulatoria que sea legal y funcionalmente independiente de los intereses administración de turno y del mercado. En general estas estructuras cuentan con un gobierno corporativo cuyos miembros son elegidos por períodos distintos al del periodo político. Independiente del mecanismo de elección de sus miembros, la regla es diseccionar el regulador del gobierno, tanto para elección como para la salida de sus miembros.

Asimismo, en el contexto de la transición energética y el estado actual de nuestra regulación, será necesario contar con instituciones y culturas organizacionales que se sientan cómodas desafiando el statu quo. En esta línea, es posible promover equipos especializados que, en conjunto con el regulador, desafíen constructivamente el diseño actual, de manera de liderar los cambios necesarios que faciliten la descarbonización durante los próximos años.

Los nuevos diseños apuntan a definir instrumentos que permitan alcanzar los objetivos de la digitalización, descentralización, empoderamiento de la demanda, resiliencia, entre otros.

¿Qué evaluación hace de la regulación para enfrentar el desafío de la descarbonización?

A inicios de la década pasada la discusión regulatoria estaba en cómo brindar un trato justo a las energías renovables y crear incentivos para su materialización en el mercado eléctrico nacional. A partir de ello, pasaron cerca de 5-7 años hasta que las tecnologías renovables mostraron que son líderes en costos y que de ellas depende la transición energética de los próximos años.

No obstante, en el transcurso de estos años se han jibarizado deliberadamente algunos incentivos que inhiben una integración eficiente de las energías renovables y otras tecnologías. Parte de ellos, sería conveniente revisitarlos de cara a los desafíos de integración que se observan a futuro, tales como: los mecanismos para brindar confiabilidad al sistema eléctrico, los costes y mecanismos de asignación de la transmisión y de los servicios de red requeridos para una operación segura, la participación de la demanda y el almacenamiento, entre otros.

Un punto importante, quizás dejado de lado durante los últimos años producto de limitaciones relativas a la digitalización, está en entender al consumidor como un agente activo del sector eléctrico —más que un mero consumidor, que permita un desarrollo más eficiente y confiable del sistema. Su rol no sólo está en descentralizar la provisión de energía, sino también en brindar servicios que faciliten una descarbonización profunda de nuestros sistemas productivos.

A su juicio, desde el punto de vista tecnológico, ¿cuáles son las soluciones habilitantes para avanzar en la descarbonización?

Recientemente terminamos un estudio donde exploramos rutas de descarbonización de la matriz eléctrica nacional, no sólo estudiando la salida del  parque a carbón sino también del resto de las unidades emisoras. Algo que rescatamos de los análisis realizados es el hecho de que no hay una bala de plata, es decir, una medida única y puntual que resuelva todos los problemas de desarrollo del sistema.

La habilitación de nuevas tecnologías en nuestro mercado será fundamental: sistemas de almacenamiento, la respuesta de la demanda, reconversión de plantas de carbón en condensadores síncronos, la provisión de servicios de red por parte de unidades renovables con convertidores de potencia electrónicos, entre otros.

En primer orden, y durante el retiro de las unidades de carbón, la habilitación de las energías renovables variables como aportantes al control de frecuencia será una de las medidas costo-efectivas que permitirá preservar los estándares de seguridad del sistema. Sin embargo, se requerirá de infraestructura adicional para permitir una integración costo eficiente de volúmenes importantes de energías renovables, así como para dar soporte dinámico al sistema a fin de mantener la seguridad y continuidad de suministro. Es importante señalar que la necesidad de infraestructura se reduce dotando de mayor inteligencia a la red, por ejemplo, mediante soluciones sin cables o transmisión virtual, entre otros: monitoreo dinámico de ampacidad de líneas, almacenamiento y gestión de la demanda. 

Este último punto será particularmente relevante cuando se apunte al retiro de las centrales a gas y diésel. Nuestros resultados muestran que no sólo se requerirá un mayor y más acelerado desarrollo de capacidad renovable reemplazo, sino también de encontrar incentivos para una participación activa de la demanda en la flexibilidad del sistema. Lo anterior, resulta relevante para gestionar eventos de muy baja disponibilidad eólica y solar, a fin de procurar mantener un sistema eficiente sin sobrecostos.

¿Qué rol juega la estrategia de flexibilidad para enfrentar el cambio climático y la descarbonización, desde el punto de vista de la operación del sistema, bajo estas condicionantes?

Desde nuestro grupo de estudio visualizamos que las señales de mercado existentes al día de hoy podrían ser insuficientes para la integración masiva de tecnologías habilitantes, de incipiente desarrollo, como el almacenamiento, el aporte de renovables al control de frecuencia, la reconversión de unidades, entre otros.

La adopción de nuevas tecnologías no será espontánea: en parte, deberá ser guiada por los cambios a realizarse en el diseño del mercado eléctrico y su regulación. Sin la incorporación de estas tecnologías, no será posible descarbonizar la matriz energética de Chile. En ello radica la urgencia de avanzar en estas materias. 

Si bien, actualmente se está trabajando en una importante reforma de los pagos asociados a la potencia de suficiencia, creemos que se debieran considerar otras medidas complementarias. Entre ellas, está el establecimiento de un mercado del día anterior, el tránsito desde un sistema de precios centralizado para la potencia hacia uno que surja de las ofertas de los distintos participantes (incluida eventualmente la demanda) y ajustes a los mecanismos de contratación de la demanda. 

Estos ajustes se refieren a comenzar a reconocer que la provisión por el servicio eléctrico es multifacético. Más allá de un mero volumen energético, es necesario avanzar en mercados de contratos que reconozcan dicha multiplicidad de facetas (confiabilidad, flexibilidad, resiliencia, etc.). Esto permitirá incentivar inversiones en un portafolio completo de tecnologías necesarias para la transición energética.

A su juicio, ¿qué desafíos económicos-comerciales plantean estas dos condiciones a los coordinados en el sistema eléctrico?

En mi experiencia, existe un número importante de actores en el mercado que están desarrollando modelos de negocios de manera de capturar las señales económicas que surgirán producto de la descarbonización de nuestra matriz eléctrica. Algunas de ellas aún en discusión, pero que sientan las bases para análisis financieros de sus portafolios.

En general, lo que se observa es el desarrollo de estructuras comerciales que, mediante el uso de nuevas tecnologías, permitan generar las coberturas de riesgo necesarias para enfrentar un sector que eventualmente estará marcado por la volatilidad, obsolescencia tecnológica y un creciente nivel de incertidumbre. Todo esto, enmarcado en un contexto de una caída relevante de los costos de inversión y operación para la producción de energía eléctrica, que, de cara al usuario final, serán comparables respecto de los costos de infraestructura y servicios requeridos para la operación del sistema eléctrico.

En este contexto, vemos una creciente necesidad de entender y pronosticar el origen de las señales económicas futuras a nivel de dinámicas intradiarias, además de las condicionantes y los riesgos que enfrentan las firmas del sector y los usuarios de la red eléctrica.

 

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