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La sequía aún no es una prueba superada

Pese a que las últimas precipitaciones han aportado un margen de tranquilidad frente a la disponibilidad del recurso hídrico para la generación eléctrica, los principales embalses afectados por la escasez de lluvias tardarían hasta dos y tres años en recuperarse.

A pesar de una importante cantidad de precipitaciones registradas en las últimas semanas en el área que abastece al Sistema Interconectado Central (SIC), temporales que derivaron en cortes de puentes y otros efectos, para la situación energética del país este hecho más bien calza con el dicho popular de que “no llueve, pero gotea”. Si bien estas lluvias diluyen bastante la posible ocurrencia de un racionamiento de electricidad, aún están lejos de ser un factor suficiente para superar los efectos de la última sequía. Así quedó de manifiesto en un evento organizado por Sofofa y Libertad y Desarrollo, que reunió a autoridades y ejecutivos involucrados en la toma de decisiones en torno a la energía y uno de sus actuales condicionantes: la sequía.

Contrario a lo que podría pensarse, la sequía aún está presente –aunque ciertamente en menor medida– como una problemática importante pues sus efectos se siguen sintiendo. Refrendan esta afirmación las palabras del ministro de Energía Marcelo Tokman: “Desde el punto de vista energético, la lluvia ha significado un alivio, reduce la probabilidad de racionamiento en los próximos meses, aumenta la capacidad de generación hídrica y revierte un poco las fuertes restricciones que hemos estado enfrentando en los últimos meses”. No obstante agregó que “todavía estamos con niveles de seguridad de abastecimiento más bajos que lo normal y por eso hay que tomárselo con cautela”.
El factor determinante para tener seguridad de abastecimiento desde la hidroelectricidad, más allá del día a día, es la acumulación de agua en los embalses, y la merma que éstos han sufrido en sus caudales lo que da cuenta de un 36% de déficit respecto de un año normal. No en vano el periodo 2007-2008 se ha ubicado como el más seco desde 1960 y según Rodrigo Weisner, director general de Aguas, el más grave en razón de la demanda energética y el nivel de desarrollo del país.
Con las últimas lluvias los embalses Rapel y Colbún lograron recuperarse al punto de tener que iniciar vertimientos de agua por motivos de seguridad. El Lago Colbún, por ejemplo, alcanzó un caudal de 3.000 m3/s, sin embargo esto no alcanza para cantar victoria, puesto que los principales sostenedores del SIC son los embalses Maule y Laja, principalmente este último, que presentan importantes déficit. De hecho, Laja representa el 80% del agua que ocupa el sistema central para generar electricidad.
Por otra parte las primeras precipitaciones del año, que además fueron las más intensas, ocurrieron con temperaturas altas, por lo tanto no se acumuló nieve en la cordillera. Pero esto no fue lo único negativo, puesto que al situarse a mayor altura la isoterma 0, parte de la escasa nieve acumulada desde antes fue derretida por las mismas lluvias. “Esta lluvia no dejó reservas de nieve para el resto del invierno. Las primeras nieves en todos los inviernos sirven para generar la primera capa de hielo que permite después soportar la segunda nevazón y generar las condiciones para que esa nieve sea duradera”, explicó Weisner. Las esperanzas ahora están puestas en que los siguientes frentes que aporten precipitaciones se desarrollen a menor temperatura.