Anacleto Angelini llegó a Chile en 1948, cuando tenía 34 años. Pero no como cientos de sus compatriotas en décadas anteriores: su capital inicial era de US$ 100.000, producto de un préstamo de un amigo italiano con el que vivió desventuras en África durante la Segunda Guerra Mundial.

Soltero y con una afición a las pastas y el aceite de oliva casi tan grande como su capacidad de trabajo y emprendimiento, Angelini compró ese año la fábrica de pinturas Tajamar.

Ocho años después -y con el empuje de su hermano Gino, padre de Roberto Angelini, llegado en 1950- se lanzó al negocio pesquero. Aconsejado por el empresario Ricardo Varenne, viajó los 2.220 kilómetros entre Santiago y Arica en su pequeño auto Simca para cerrar su primera gran compra: Eperva.

Tras convencer a los productores de aves de que era más conveniente la harina de pescado que los granos, formó Corpesca, Chilemar e Iquique precisamente para comercializar este producto y se amplió al rubro naviero, creando Astilleros Arica.

En esa época su fortuna ya era considerable. Y Angelini -fiel a su estilo conservador adquirido por la escasez de la Italia de posguerra- nunca compraba con deuda. Su política fue apostar siempre por empresas de la «economía real», nunca la especulación financiera. «Un peso es un papel, pero un dólar… también es un papel», se le escuchó decir más de una vez, reflejando su filosofía vinculada a negocios de explotación de recursos naturales.

Cuando cumplió 45 años decidió casarse, aunque sin dejar de lado su pasión por fumar y su veta de expansión económica: fueron entrando a su cartera de negocios Pesquera Indo y, desde el rubro forestal, Cholguán.

Hombre de bajísimo perfil público y marcado carácter, decidió entrar en los 70 al negocio de los seguros, fundando con Benjamín Davis -con quien posteriormente tendría un fuerte desencuentro- la empresa Cruz del Sur.

Una apuesta que aún se mantiene -aunque sólo en el área de vida- y que fue su última inversión: la compra del 40% de la compañía de fondos mutuos a Moneda la semana pasada.

En los ochenta Angelini ya estaba dentro de los grandes empresarios de Chile. Y su «regla de oro» de no endeudarse lo salvó de la debacle de 1983. Con las finanzas de su grupo absolutamente sanas, ganó todas las licitaciones a las que postuló, ingresando al negocio lechero a través de Soprole y Copalca, empresas que se sumaron a Anagra (aceites), el yacimiento Sancarrón, la AFP Summa y Pesquera Iquique.

El desarrollo del negocio forestal y de combustibles se plasmaría con fuerza en 1985, cuando comenzó a tener una participación activa en la Compañía de Petróleos de Chile (Copec). Sólo un año tardó Angelini en hacerse del control de la empresa, junto con sus antiguos socios de Carter Holt Harvey.

Sin embargo, la toma de control de esta última firma por parte de International Paper en los noventa derivó en problemas. Y en 2000 -en un hecho inédito en la filosofía de Angelini-, el grupo se endeudó con JP Morgan para pagar los US$ 1.233 millones que deseaban los neozelandeses para salir de la sociedad. La jugada, eso sí, le permitió al holding de inversiones de Angelini, AntarChile, quedarse con el 60,1% de Copec.

En el marco de esta operación, en 2000, AntarChile aumentó el capital por US$ 618 millones e incorporó a Celulosa Arauco.

Un año antes, le había tocado el turno al sector pesquero. Para mejorar la competitividad y aprovechar las sinergias del sector, Angelini concretó la constitución del Consorcio Pesquero del Norte S.A., que reunió a Eperva y Pesquera Iquique Guayane con Pesquera Coloso, que pertenecía a la familia Menéndez Lecaros.

En el sector energético, empezó adquiriendo distribuidoras como Saesa y Frontel, además de tener una participación en la Compañía General de Electricidad (CGE). También participó en el gasoducto GasAndes. La decisión de ingresar a esta área se dio en 1996, cuando se sumaron las operaciones de Guacolda, Arauco Generación y la compra de un 10% de Chilgener.

No obstante, el 2000, tras tomar el control de Copec, el grupo decide desinvertir en el sector eléctrico y vender el 19% que poseía en Gener a la estadounidense AES Corporation y el 7,8% que mantenía en la CGE.

En los últimos años, el grupo se vio enfrentado a uno de los mayores conflictos de su historia: la polémica ambiental por la construcción y operación de su planta de celulosa en Valdivia. La obra generó rechazo de parte de la población, en especial cuando se vinculó su operación con la muerte de cisnes de cuello negro que viven en la zona fluvial. Un capítulo que volvió a repetirse, aunque esta vez en la VII Región, con la reconocida contaminación de su planta Licancel en el río Mataquito, lo que derivó en la mortandad de peces en la zona.

VARIAS FACETAS

50 AÑOS tuvo Anacleto Angelini a la misma secretaria: Elena Leiva.

DOS de los momentos más duros en su vida fueron las muertes de su hermano Gino (1994) y de su amigo y consejero Aquiles Portaluppi (1989).

ANGELINI obtuvo varias distinciones: premio Icare, Caballero del Trabajo, por el gobierno italiano, y comendador de la Orden de San Gregorio, dada por Juan Pablo II.

Ex presidentes: «Honesto y trabajador»

Ricardo Lagos dijo sobre Angelini en marzo del 2002: «Anacleto Angelini fue fundamental en la etapa del descubrimiento de cómo crecer en un país con tremendas barreras de protección, a un país que se da cuenta que debe bajar esas barreras de protección y atreverse a competir». Agregó que «quiero usar esta tribuna para hacer un homenaje a Anacleto Angelini, porque a ratos los capitanes de empresas aparecen mucho más en la trastienda que en el primer plano, pero en definitiva son ellos los empresarios emprendedores que abren la ruta».

Eduardo Frei Ruiz-Tagle en enero del 2004 dijo que tiene «la mejor impresión de él. Es un destacado empresario, una persona de enormes virtudes, honesto y trabajador, que a lo largo de toda su trayectoria ha tenido un fuerte compromiso con Chile. A pesar de no haber nacido acá, su dedicación y aporte al país ha sido fundamental para nuestro desarrollo, creando miles de puestos de trabajo para los chilenos».

Sus frases escogidas

«Nunca he cerrado la puerta de mi oficina y no me gusta que la gente que trabaja conmigo lo haga. Yo quiero que entren cada vez que me necesiten y yo poder hacer lo mismo».

«Cuando llegaron las tropas de ocupación británicas a Abisinia me tocó conocer en carne propia la realidad de los campos de concentración. Ahí viví muchas aventuras que no quisiera recordar, hasta que en 1945 logré escapar».

Un buen empresario debe ser un buen coordinador, un buen compañero. No se puede ser buen empresario si no se trabaja con equipos de gente, si no se sabe formarlos. La colaboración de las personas que conforman la empresa es para mí algo natural, instintivo. Por otra parte el empresario debe saber delegar, ya que uno no puede hacer nada solo».

«Agradezco a Dios haberme en su oportunidad guiado a esta querida tierra, donde tuve la dicha de encontrar a la compañera de mi vida y a una nueva familia que siempre he sentido tan mía como la que dejé en Italia».

«Me duele mucho notar que muchos grupos sólo buscan obtener su tajadita».

«Hice deporte en mis tiempos juveniles, fútbol, bicicleta, el trabajo me puso tonto, hoy sólo camino».

Fuente / El Mercurio