La mayor parte de la turbulencia registrada en la industria energética de América Latina ha tenido causas políticas, y la principal fuente de dichas inestabilidades es la gran intervención estatal y la violación de los contratos en búsqueda de mayores beneficios por el alto precio de los hidrocarburos.

Así lo señala el análisis de riesgo energético para la región que hace el investigador del Área Clima de Negocios y Riesgo de Inversión de la Universidad Diego Portales, Andrés Benavente.

El académico opina que la naturaleza estratégica de la energía ha hecho que los gobiernos de turno interpreten los acuerdos según el interés del momento, lo que afecta a las inversiones en la región. “El avance de las propuestas populistas está llevando a que la inseguridad jurídica, que fue una excepción en los ’90, sea generalizada, incluso en países que no se podrían calificar de populistas como Ecuador (que canceló el contrato de la estadounidense Oxy) o de Alan García en Perú (que prometió revisar los contratos de la industria). El problema es que sin seguridad jurídica no hay inversiones, y la región deficitaria en infraestructura y para solucionarlo se requieren capitales”.

Centros de conflicto

Para Benavente el país más complicado en este panorama es Bolivia, donde se ve “una enorme distancia entre una buena oferta política de nacionalizar los hidrocarburos, y un gobierno que no tiene los medios para explotar los recursos… Esto demuestra que en Bolivia se usó el tema políticamente y no se sabe cómo llevarlo a la práctica”. Las frustraciones que generan estos reveses podrían desestabilizar a Bolivia, a medida que varios sectores retiren su apoyo al gobierno por no cumplir sus promesas.

El analista asegura que la carencia de capacidad de la industria boliviana hace dudoso cualquier compromiso para abastecer a sus clientes como Brasil y Argentina. “No es falta de voluntad”, dice Benavente, “es que no puede satisfacer la demanda aunque quisiera”.

La situación de Venezuela es diferente, ya que tiene los recursos para explotar el petróleo y obtiene grandes ingresos que el presidente Hugo Chávez utilizará para asegurar su reelección y tratar de hacer en la región un polo alternativo a Estados Unidos. “La interrogante es qué va a pasar cuando los precios caigan o se estabilicen y cómo enfrentará Venezuela la falta de inversión en infraestructura”, dice Benavente.

Respecto a Argentina, la visión del académico es que dicho país está muy complicado, primero porque hay falta de infraestructura y luego, porque es un recurso que se va a agotar, y en el mediano plazo Argentina se ve como un importador de gas natural más que como un productor. “Eso es resultado de una política muy improvisada y subsidiada que no ha incentivado la inversión”.

Punto de diferenciación

Los países netamente consumidores, como Chile y Uruguay, van a tener un par de años duros en que se acentuará el tema de la escasez de gas. Sin embargo, es posible encontrar una lado optimista: “Algo positivo de esta crisis del gas es que ha obligado a buscar nuevas matrices energéticas”.

Desde la perspectiva de Benavente, la mejor manera de evitar este tipo de crisis y asegurar un “anillo energético” regional como el propuesto en 2005, sería bajo la condición de que los estados tuvieran menos incidencia y el mercado predominara en la relación.

Además de estas implicancias, Benavente ve un mayor alcance en el tratamiento que los países den al tema energético, ya que “va a ser una clave del riesgo político en la zona, porque moverá recursos importantes y va a marcar necesidades para otros países. Esto contribuirá a dejar de lado los ejes de izquierda y derecha, y los países se diferenciarán entre los que usan una mirada de largo plazo, con estrategia de desarrollo definida, concepción de apertura a los inversionistas y con realismo político frente a otros que seguirán con una postura ideológica”.
Fuente: Diario Financiero.