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Modernización del sector eléctrico, considerando la voz de las regiones

Modernización del sector eléctrico, considerando la voz de las regiones

Cuando desde las regiones se escucha la discusión nacional respecto de lo que el “país” requiere, o de las necesidades de modernización del sector energía, aparecen reiteradamente conceptos como electromovilidad, norma técnica de distribución o net billing. Sin embargo, poco se habla de la contaminación de las ciudades desde las regiones de O’Higgins hasta Aysén, o de la necesidad de dar más productividad a su alicaida industria, sustento de la actividad económica local.

La modernización energética y, de paso, la posibilidad de dar un rol social a la inversión en infraestructura debe incluir cambios en la regulación con un sentido sistémico, así como asegurar el traspaso del positivo impacto de una matriz renovable. En esta línea, la promesa de un menor precio, que se escucha en tono de queja por la propia industria energética, no siempre llega a los usuarios, quienes a la vez se confunden con el tecnicismo de las discusiones y la mirada centrada en el futuro, dejando pasar la oportunidad de implementar acciones inmediatas que permitan mejorar los actuales problemas. En concreto, un primer paso de modernización debiera incluir la revisión de la restricción o señal económica de la “hora punta”, y la restricción de límite de consumo de invierno para los hogares.

Considerando que hoy los peak de consumo eléctrico país se dan en los meses de verano, y principalmente de día, tiene sentido revisar la limitación que se aplica a los grandes clientes para su consumo eléctrico en invierno, la cual ocurre a la misma hora que comienzan a encenderse las estufas a leña. Es decir, la contaminación por calidad del aire en las ciudades del sur de Chile, tiene la misma hora: la punta.

En una evaluación sistémica, esta medida permitiría a la industria ampliar el uso de la electricidad como fuente energética, en desmedro de la utilización de fuentes fósiles puntuales (grupos electrógenos), poco eficientes, caras y con alto impacto medioambiental.

El caso del límite de invierno para los clientes residenciales es aún más crítico, impiendo siquiera evaluar el uso de electricidad como fuente de calefacción, siendo esta (y no las emisiones vehiculares) las grandes responsables –en muchas ciudades sobre el 90%− de la contaminación ambiental.

Si ampliamos la evaluación de impacto de estas medidas, podemos imaginar incluso que nuevos proyectos de energía renovable se materializan por el aumento de la demanda de electricidad.

En resumen, existen formas concretas en que la modernización del sector energía puede dar un impulso a las regiones, con un positivo impacto ambiental y productivo. Esperemos que la discusión energética deje de llevarse de forma centralizada, y que empiece a tomar en cuenta los territorios donde se desarrollan los proyectos de inversión, es decir, las regiones.