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El lado amable del Covid-19

El aumento de las medidas restrictivas por el Covid-19, reflejadas a través del toque de queda y de las cuarentenas preventivas y obligatorias, ha generado un curioso pero positivo efectivo en los índices de contaminación ambiental. Durante estas últimas semanas se ha detectado una notable reducción del material particulado aéreo MP 2,5 y del óxido de nitrógeno, ambos contaminantes que están fuertemente vinculados a las fuentes de emisiones que derivan del sector del transporte.

Tenemos claro que el país no volverá a ser el mismo de antes con este brote epidémico y que tendremos que volver a una normalidad muy distinta a la que estábamos acostumbrado, incluida la forma en cómo funciona la movilidad. Si bien este es un escenario que va a tener un efecto pasajero en términos de contaminación, y moderado en relación con el cambio climático -principalmente por la permanencia de los gases de efecto invernadero en la atmósfera-, muchos ciudadanos han podido experimentar en tiempo real las ventajas de tener ciudades más limpias y menos ruidosas, y por consecuencia, conocer indirectamente los beneficios que persigue la electromovilidad y las ciudades inteligentes para mejorar nuestra calidad de vida.

Conscientes de que estamos ante una de las emergencias sanitarias más graves de los últimos 50 años, no debemos olvidar que la contaminación genera impactos en las enfermedades respiratorias y que esta situación nos debe plantear el desafío de ir redefiniendo la manera en cómo queremos proyectar una movilidad sostenible en el país, y de qué forma podemos repercutir favorablemente en la salud urbana de la población.

No sólo basta con masificar la electrificación del transporte público, de carga o de los vehículos particulares, sino que debemos tener una visión mucho más amplia e ir apostando por un modelo eficiente y flexible de transporte que proporcione patrones de movilidad inteligente que apueste por el bajo consumo de carbono, que priorice elevar la calidad de vida urbana y el bienestar colectivo, así como la creación de espacios públicos confortables que favorezcan la convivencia ciudadana.

Los usuarios también deben incorporarse a este cambio de paradigma y comenzar a añadir los criterios de eficiencia energética y sostenibilidad a su elección de los modos de transporte y al uso que realizan de los mismos.

Probablemente esta será la temporada más limpia en términos de emisiones que tendrá nuestras ciudades en décadas, por lo tanto, deberíamos aprovechar esta contingencia para enfocarnos a bajar los niveles de contaminación del transporte en forma permanente.

Covid-19: Un factor acelerador de la transformación digital

Covid-19: Un factor acelerador de la transformación digital

Como actores del sector energía, una industria estratégica y cada día más competitiva, en Transelec hemos instalado la innovación y la transformación digital como motores imprescindibles para la creación de nuevo valor. Una hoja de ruta que se vio acelerada a raíz de la crisis sanitaria por el Covid-19.

Por ejemplo, tras establecer el teletrabajo para gran parte de nuestros colaboradores desde mediados de marzo, hemos notado un aumento en 20 veces respecto de meses anteriores en el uso de plataformas digitales, principalmente las colaborativas. Este inesperado escenario nos encontró en plena ejecución de una intensa estrategia de transformación digital que pone a los datos en el centro de nuestras decisiones, y cuyo objetivo principal es una gestión cada vez más inteligente de la red de transmisión.

La sensorización, analítica avanzada y el desarrollo de modelos predictivos, son algunas de las palancas digitales que estamos explorando activamente desde hace algunos meses. Hemos avanzado en digitalizar completamente la gestión de trabajos en terreno – como inspecciones – a través de formularios electrónicos, en desarrollar planes de intervención utilizando modelos matemáticos, y en algoritmos que nos permitan optimizar la programación y la ejecución de tareas.

La contingencia también nos llevó a acelerar el uso de tecnologías como la realidad aumentada que adquirimos justo antes de la pandemia y se tornó particularmente importante dada la restricción de viajes y actividades presenciales. Esta iniciativa se piloteó el año pasado y hoy, en su primera fase de implementación, ya cuenta con doce smartglasses distribuidos en terreno para apoyar faenas en las cuatro macrozonas donde operamos.

Esta tecnología permite que actividades de soporte técnico, de entrenamiento en campo y muchas otras de operación y mantenimiento estén a un clic de distancia entre colaboradores y expertos. Es más, la propia capacitación y configuración del sistema fue hecha de manera remota con participación de todas las zonas, dado el impedimento de reunirse.

Sin duda, la contingencia del Covid-19 nos encuentra preparados, principalmente en lo que respecta al apoyo a actividades de campo y en el trabajo colaborativo. Pero también nos reafirma la decisión de impulsar soluciones digitales y abre una gran oportunidad para desarrollar nuevas capacidades que esperamos queden instaladas de manera permanente en Transelec y su cultura, al servicio de la excelencia operacional y la calidad del suministro.

 

El impacto del coronavirus en el petróleo y gas natural

El impacto del coronavirus en el petróleo y gas natural

La llegada del coronavirus y las restricciones impuestas por casi todos los gobiernos del mundo van a impactar fuertemente en la demanda de los hidrocarburos. Como hemos visto, ya tiene y seguirá teniendo un impacto en los precios del petróleo.

Primero, es importante entender que los precios del petróleo y del gas natural no están intrínsecamente correlacionados, porque responden a demandas diferentes. El gas natural es para generación de energía eléctrica y para usos industriales, comerciales y domésticos. Los derivados del petróleo, por su parte, están casi totalmente focalizados en el segmento del transporte y en el uso en maquinaria pesada. Esto no quiere decir que no hay pequeños usos de gas natural en vehículos (menos del 3%) y pequeños usos del derivados del petróleo en la generación eléctrica (menos del 5%).

La demanda de jet fuel y gasolina de aviación son y serán definitivamente las más afectadas por las restricciones de vuelos comerciales internacionales y nacionales dentro los países. La demanda de gasolina es y será la segunda más impactada por la limitación al movimiento de los vehículos livianos en los distintos países. Estimamos que puede llegar a niveles de 60% a 70% si las restricciones siguen o se incrementan.

La demanda de diésel y derivados más pesados, sin embargo, se sentirá en menor escala, porque la cadena de abastecimiento de muchos productos continúa especialmente relacionada a los alimentos. El transporte de estos productos es también realizado con diésel oil y derivados pesados (barcos, camiones).

Todo lo anterior está imponiendo fuertes restricciones en la demanda de petróleo y, por lo tanto, existe sobreoferta y muchos campos deben estar cerrando o limitando producción, en especial los shales en Estados Unidos.

La realidad del gas natural es muy diferente a la del petróleo. Este recurso es mayormente utilizado para generar electricidad y alimentar fábricas en todo el planeta además de energía para comercios. La única demanda que se está viendo restringida fuertemente es la de comercios por los millones de restaurantes y otras actividades canceladas. Pero la demanda se traslada en algo a los hogares. La demanda de gas para sector industrial está también disminuyendo pero no es muy significativa.

Los mercados de producción y transporte tendrán que acomodarse a esta realidad, muy especial el accionar de las refinerías que tendrán que adecuarse a la menor demanda de jet fuel, gasolina de aviación y gasolina para vehículos que son los energéticos con mayor impacto.

Cómo Chile puede ser ejemplo en trazabilidad de datos energéticos

Cómo Chile puede ser ejemplo en trazabilidad de datos energéticos

El blockchain o ‘cadena de bloques’ introduce una nueva posibilidad, que ninguna tecnología anteriormente conocida permitía. Basada en mecanismos de criptografía avanzada, es un sistema de registro descentralizado, tanto a nivel físico como administrativo, lo que permite gestionar una base de datos de transacciones para una comunidad o red.

Hasta hace poco tiempo, cualquier operación que involucrara a múltiples personas requería tener mecanismos de comunicación de mensajes entre ellas (en papel, en archivos computacionales o a través de mensajes digitales), y cada una debía tener un registro independiente con sus respectivos procesos de conciliación. Ahora, con Blockchain, es posible gestionar la información compartida en una plataforma única, que permite abarcar a todos sus participantes, y que mantiene, en base a su tecnología, un estado cierto y consistente del sistema.

El estudio “Blockchain: Un camino a la 4ta Revolución Industrial” −realizado por el Ministerio de Economía en conjunto con la Comisión Nacional de Energía, y otros servicios públicos y empresas privadas− identifica al sector energético chileno como uno de los pioneros en la industria nacional en la adopción de Blockchain, en que se concluye que los usos más relevantes podrían ir de la mano con la identificación de medidas para el comercio de electricidad entre países vecinos, la gestión de redes flexibles y el comercio de energía a gran escala.

La CNE, con el objetivo de aumentar los niveles de seguridad, integridad, trazabilidad y confianza de la información pública dispuesta, fue el primer regulador del sector energético en el mundo en implementar la tecnología Blockchain en sus procesos de publicación de datos abiertos y otros productos.

Esta aplicación está publicada en Energía Abierta, la primera plataforma de datos abiertos del sector energético de Latinoamérica. De acuerdo a sus características, esta iniciativa se perfila como la herramienta óptima para realizar el seguimiento de los compromisos medioambientales adquiridos por nuestro país ya que, a modo de un “notario digital” de los datos de energía de Chile, y sus certificados de confianza, entrega una mayor credibilidad y facilidad para la trazabilidad de los datos publicados en el portal.

Actualmente, la CNE cuenta con 194 certificados de blockchain ya emitidos, para un total de 12 temas de forma recurrente y otros 36 certificados que fueron emitidos para la publicación del Anuario CNE.

Chile tiene el potencial –y una muy buena oportunidad− de ser ejemplo en trazabilidad de datos energéticos, y para esto, uno de los mayores desafíos será crear una cultura que fomente compartir información y usar los datos abiertos. Por otra parte, queda el gran reto de desarrollar, operar y actualizar una plataforma que dé confianza y trazabilidad a las inyecciones y retiros asociados a energía renovable, convirtiéndose en la fuente de información para lograr la certificación en distintos estándares internacionales.

Ahora, más que nunca, debemos fortalecer la industria renovable

Ahora, más que nunca, debemos fortalecer la industria renovable

En 2019 en Chile se instalaron casi 1.000 MW de potencia ERNC adicionales a lo que había en 2018, llegando a cerca de 6.000 MW, lo que representa una participación del 23,3% respecto a los 25.320 MW de capacidad instalada en el país. En términos de energía, de los 77.200 GWh de energía eléctrica generada en 2019, las ERNC fueron responsables de producir 14.900 GWh, lo que equivale a un 19,3%, muy cerca del 20% que por ley debería cumplirse a 2025. Y en varias horas del año, sobre el 40% de toda la electricidad consumida en Chile, provino de fuentes ERNC.

Las perspectivas para 2020 son auspiciosas. Actualmente, hay casi 4.000 MW de potencia ERNC declarada en construcción y más de 20.000 MW en calificación ambiental. Sin duda, las altas tasas de crecimiento de la participación renovable son una buena noticia para el país, ya que no sólo son la principal razón de la importante rebaja de precios de energía que los clientes regulados tendrán a partir de 2021, y de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector, sino que también han hecho una importante contribución a la inversión, a la generación de empleos de alta calificación y a construir una nueva relación de la industria energética con las comunidades en la cuales se instalan los proyectos.

Estas buenas noticias hacen que el sector renovable se sienta orgulloso de los resultados obtenidos por el esfuerzo realizado durante los últimos años por tantas mujeres y hombres que han visto en esta industria una fuente de verdadero desarrollo sostenible para nuestro país. Sin perjuicio de lo anterior, los buenos resultados obtenidos hasta el momento no nos aseguran que ellos se repitan en el futuro. Para que esto suceda, el sector debe seguir trabajando para avanzar en los múltiples desafíos que impone la transición energética. No hay que olvidar que todavía hay un 56,4% de nuestra electricidad que es producida mediante la quema de algún tipo de combustible fósil y que la energía eléctrica representa solo un 22% de nuestra matriz energética secundaria.

Para lograr el anhelo de contar con una matriz eléctrica 100% renovable antes de 2040, hay que tener conciencia que cada punto porcentual adicional será cada vez más difícil de lograr. Así, será necesario que trabajemos en conjunto por el desarrollo de políticas públicas integrales y de largo plazo, con metas claras y ambiciones concretas. Se debe fortalecer la participación de la generación distribuida y modificar el impuesto a las emisiones de CO2 para que se transforme en una verdadera herramienta de reducción de emisiones y no de mera recaudación fiscal, además de promover  aquellas políticas públicas que vayan en línea con hacer los cambios de mercado necesarios para que prontamente se eliminen las barreras regulatorias que hoy enfrentan los sistemas de almacenamiento y se desarrolle un sistema eléctrico flexible, resiliente y eficiente.