La crisis energética tiene un diagnóstico conocido. Precios altos, dependencia de mercados inestables, contaminación, estrechez de los sistemas de transmisión, escasa apertura a nuevos actores, crisis de crecimiento y rechazo ciudadano. Enfrentamos una tormenta perfecta, por usar una expresión conocida.
Requerimos un Estado dispuesto a destrabar estos obstáculos. Lo primero es promover una visión estratégica del desarrollo, escuchar a los actores involucrados en la industria y hacer parte de este diseño a la comunidad. Necesitamos consensuar el uso armónico del territorio y con sentido de urgencia avanzar hacia una matriz energética diversificada. Hablamos de impulsar las Energías Renovables No Convencionales a lo largo de todo el país. Es donde tenemos oportunidades propias. La meta es pasar del actual 7% de energías renovables a un 20% en 2025.
Para el Norte la ruta está trazada. Vamos a crear un cluster de la energía solar. El desierto de Atacama ofrece las mejores condiciones del planeta para proyectos fotovoltaicos y termosolares. La radiación alcanza a 3.000 kWh/m3, un 50% mayor al de Almería (España), corazón del proyecto solar europeo.
Pero no buscamos ser importadores de equipos y tecnologías. Queremos crear industria, cadenas de valor en energía. El Ministerio de Energía y la Corfo están jugados. Apoyamos con entusiasmo el proyecto de Plataforma Solar de la Universidad de Antofagasta, un centro de investigación aplicada y de pilotaje industrial. En la misma línea estamos incentivando el Programa Calama Solar, un modelo piloto de uso de energía solar en edificios públicos, hoteles, comercio y viviendas.
Buscamos un diseño replicable en las otras ciudades y pueblos de la Región de Antofagasta, que marquen un salto cualitativo y estratégico en esta industria. Dos tercios del país ofrecen buenas condiciones naturales para promover la energía del sol.
A este proyecto debemos atraer a los empresarios dispuestos a invertir en tecnologías del futuro. Ya hay importantes proyectos en curso. Pero se requiere un nuevo trato entre las empresas y los ciudadanos. No bastan las relaciones públicas, las mitigaciones ni las falsas compensaciones. Necesitamos valor compartido, es decir, hacer parte a la comunidad de los proyectos de inversión y de sus beneficios.
Finalmente, consensuemos que el uso y desarrollo de las Energías Renovables No Convencionales no es solo una tarea económica o política. Tiene una dimensión cultural. Otro gran desafío es prestigiar estas tecnologías ante los ojos de los consumidores. Las ERNC responden a patrones de vida y uso diferentes a las energías convencionales. Las cartas están sobre la mesa. Unamos el futuro que queremos con el esfuerzo educacional, una nueva asociatividad entre las empresas y la comunidad y un Estado pro activo. Esta alianza ayudará a remover las barreras culturales y estimulará el cambio energético.